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El mal tiempo que ha jalonado la Semana Santa no ha sido un impedimento para que el balance provisional haya sido bueno en cuanto a visitantes. Pero, en realidad, aunque la ocupación en los momentos clave del año turístico es muy relevante, los grandes cambios ... que está experimentando el sector han relativizado, y lo seguirán haciendo, al menos parcialmente, la importancia de estos periodos. Sirva como paradoja el hecho de que la temprana ubicación de las festividades de la Pascua ha conllevado la habitual consecuencia: un tiempo aún invernal, que ha orillado este año los crecientes efectos del cambio climático, que a su vez está convirtiendo la latitud y demás circunstancias geográficas en las que está ubicada Cantabria en un entorno propicio como refugio ante las olas de calor de las zonas más al sur, tradicionalmente receptoras de vistas a gran escala.
La tan ansiada desestacionalización es ya un hecho. La meteorología más favorable, con inviernos suaves y otoños primaverales, junto con la asiduidad de las visitas nacionales en fines de semanas, puentes y semanas vacacionales ha ido progresivamente alargando la temporada en la región, que llega hasta las cercanías de la Navidad y se activa tras la Semana Santa. La implantación del teletrabajo en determinadas profesiones y el fenómeno de los nómadas digitales son circunstancias de un cambio social, promovido por la revolución digital, que favorecen también estancias más largas y en épocas menos habituales.
Precisamente la revolución digital ha traído consigo una serie de cambios de amplísimo calado para el turismo. La contratación al margen de la intermediación convencional, a través de las webs de reservas y con comparaciones instantáneas de precios; las nuevas ofertas, especialmente la de las viviendas turísticas; la decisión de última hora, impulsiva y al hilo de las predicciones meteorológicas; las recomendaciones y críticas no profesionales en redes sociales y en los comentarios de usuarios; la decisión prioritaria de gasto en ocio, más allá de las estrecheces de la inflación; los nuevos requerimientos y expectativas, en relación por ejemplo con la sostenibilidad en todos sus frentes o con las condiciones laborales de los empleados; y, sobre todo, las posibilidades que el análisis de los datos puede hacer posible respecto a un conocimiento mucho más completo de la demanda… Un gran universo de circunstancias que de forma progresiva va cambiando la práctica y por tanto la forma de rentabilizar todos los activos disponibles, sean privados o provengan de las Administraciones públicas.
El problema de la masificación apenas puede referirse en Cantabria por el momento a algunos episodios y zonas concretas en determinados momentos de la temporada alta. Pero, dadas las expectativas de crecimiento, y los trastornos causados en otros lugares, no está de más tratar de anticiparse a una situación que traería consecuencias indeseadas. Fenómenos como el de las viviendas turísticas, de gran complejidad, no pueden abordarse ni desde la ignorancia de la actividad, ni desde su restricción a ultranza.
La exigencia de calidad, referida tanto a la demanda como a la oferta, ya definida desde tiempo atrás, sigue siendo un criterio válido para conseguir que el sector avance favorablemente en su aportación al desarrollo de nuestra sociedad. La oferta puesta en marcha en Cantabria en varios frentes durante los últimos años, con la mejora de los establecimientos hosteleros, de la gastronomía, el salto de la industria agroalimentaria, de las comunicaciones y de la oferta cultural en curso augura un futuro prometedor, para el que ni el exceso de complacencia ni la escasez de exigencia serían buenos acompañantes.
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