Secciones
Servicios
Destacamos
La violencia machista constituye una cruel realidad que requiere más acciones eficaces y menos confrontación partidista, salvo para replicar la indignidad de quienes se empeñan en negar lo que ni siquiera su feroz fanatismo puede ocultar: una sangría que no cesa. Ocho mujeres fueron asesinadas ... en nuestro país por sus parejas o ex en un julio negro. Tres lo han sido en apenas 24 horas el presente mes en una escalada que pone de manifiesto el largo trecho que queda por recorrer entre una sociedad crecientemente concienciada y una respuesta tanto ciudadana como institucional que ponga freno a una lacra enquistada y de muy difícil solución, salvo que se recurra a soflamas demagógicas.
Almería, Pozoblanco y Tenerife han sido los escenarios de los últimos crímenes, que resultan especialmente sobrecogedores. En el primero, tres niños de 9 y 8 años y solo cinco meses presenciaron cómo su padre mataba a su madre con un cuchillo de cocina. Los dos mayores avisaron a los vecinos para que llamaran a la Policía. El asesino utilizó a uno de ellos como escudo antes de ser detenido. En la localidad cordobesa, la víctima estaba a punto de mudarse de casa y en trámites de divorcio. Su marido, con denuncias previas por malos tratos –al parecer retiradas, ya que ahora no existía ninguna orden de protección de la mujer–, presuntamente la disparó con una escopeta y luego se suicidó. Dejan tres hijos de corta edad. La fallecida a palos en La Laguna contaba 91 años y uno más su verdugo, del que no constan antecedentes. Las muertes acumuladas este año suman ya 35.
El hecho de que solo en dos de los casos de este verano se hubiera producido denuncias retrata uno de los problemas pendientes para combatir con mayor eficacia el machismo asesino. Es necesario que las mujeres en peligro, por sí mismas o ayudadas por amigos o familiares, tomen conciencia de su situación, se armen de valor y den la voz de alarma. O, en su defecto, que lo hagan personas de su entorno conocedoras de su estado y del riesgo potencial que sufren. Cortar esta cadena de muertes es un mayúsculo desafío y una responsabilidad de todos. Incluida la Administración, que ha de mejorar sus mecanismos preventivos de respuesta y destinar los recursos que sean precisos no solo para proteger a las víctimas, sino para generar la confianza necesaria entre las que, atenazadas por el miedo, se resisten a pedir ayuda y aumentan así las posibilidades de perder la vida.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.