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Fiel al camino que se ha trazado para combatir la inflación, el Banco Central Europeo (BCE) aumentó ayer un cuarto de punto el precio oficial del dinero, hasta el 4%. La octava subida consecutiva en apenas once meses, cuando estaba en un excepcional 0%, lo ... sitúa en el mayor nivel desde antes de la crisis financiera de 2008 en lo que supone una nueva vuelta de tuerca para las familias hipotecadas y un enfriamiento adicional para la actividad. De las palabras de Christine Lagarde se desprende que habrá al menos otro ascenso en julio. Se desconoce si será el último de esta intensa escalada. La presidenta del BCE se prestó a cualquier interpretación al respecto al apuntar que el acelerado ascenso de los tipos de interés «está afectando gradualmente a toda la economía» y ha favorecido la contención del IPC, y advertir, acto seguid, de que las previsiones apuntan a que este «siga demasiado alto durante demasiado tiempo».
El Eurobanco actuó con cierta tardanza para frenar una inflación desbocada a raíz de la guerra en Ucrania. Ahora que la Reserva Federal de Estados Unidos ha parado el alza de tipos por sus progresos más rápidos en ese terreno, todavía no se ve en condiciones de acompañarla. Sería razonable que lo hiciera pronto. La agresiva política monetaria ha conducido los precios a una tendencia descendente consolidada, aunque distan de estar bajo control. Lo ha hecho a costa de un fuerte endurecimiento de las condiciones de financiación y de penalizar así tanto la inversión como el consumo. Ello ha empujado a la eurozona a una recesión que, pese a su modestia –una contracción del 0,1% durante dos trimestres consecutivos–, no deja de ser una señal de alerta. El BCE habrá de tenerla en cuenta, valorar la singular debilidad de Alemania –el motor de la UE– y manejar los tipos con cautela y equilibrios virtuosos para impedir que un exceso de rigor derive en consecuencias indeseables para el conjunto de la economía.
En todo caso, el precio del dinero seguirá caro durante un amplio periodo. No constituía ningún secreto, pero la institución lo confirmó ayer al anunciar que el incremento de los costes laborales aleja su objetivo prioritario de rebajar el IPC hasta el entorno del 2%, lo que tardará tres años según sus estimaciones. Una mala noticia para los países más endeudados como España, las familias sujetas al euríbor y las empresas. Una razón adicional para que la banca remunere el ahorro conforme al nuevo escenario.
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