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De vez en cuando uno tiene que revisar sus propias estimaciones, para ver si fueron ajustadas, se pasaron de la raya, o quedaron cortas. El pasado 7 de marzo escribí en estas páginas que la previsión de 4 millones de refugiados ucranianos, que esperaban las ... organizaciones humanitarias, se me hacía pequeña y que la cifra final se aproximaría más bien a los 7 millones.
La actualización de la Oficina de Naciones Unidas para los Refugiados (Unhcr) del pasado martes 22 nos da este cuadro: refugiados ucranianos registrados en Europa, 7,86 millones de personas. Se computan algo más de 5 millones registrados solo considerando los países del entorno de Ucrania, incluida Rusia. Hay otros 2,5 millones de ucranianos refugiados en países más a occidente y al sur: más de un millón de ellos en Alemania y ya en cifras en torno a 170.000 en Italia y a 150.000 en España. Además, internamente hay unos 6,5 millones de desplazados, según indicó el jueves el Foreign Office.
Conclusión: me quedé corto. Ahora correspondería hacer otra estimación, a la vista de que el pueblo ruso se dedica, por activa o por pasiva, a destrozar una cantidad inmensa de infraestructuras civiles (escuelas, hospitales, carreteras, puentes, redes energéticas e hidráulicas, hogares, bosques, campos de labranza) de una nación vecina. Rusia es ahora mismo el mayor fracaso de la historia contemporánea. Porque hasta la demencia imperialista alemana y japonesa se ha podido corregir (¡esperamos que para siempre!), pero la rusa sigue matando miles de personas, con un desprecio absoluto por el ser humano, como hace cien años. Es un problema cultural, moral, enormísimo. Un país que tiene de todo y podría vivir como un auténtico edén nórdico... Qué desastre inconmensurable.
Hace 90 años, el empeño de la jerarquía comunista de Moscú en forzar la producción agraria de Ucrania, Moldavia, Kazajistán y otras zonas (algunas en Rusia, como el pueblo de Mijail Gorbachov, cuya familia materna era ucraniana) provocó la muerte de cerca de 4 millones de personas por hambruna y enfermedades asociadas. Casi un siglo después Moscú está destrozando otra vez la nación vecina y regándola de cadáveres. Con el aplauso del Partido Comunista Ruso, principal de la oposición. Y aquí se lanza un sello para celebrar el centenario del Partido Comunista de España. Sería normal que se conmemorasen los años en que el Partido Comunista ha participado con lealtad en la transición y democracia española, es decir, 1975-2022. ¿Quién se lo puede negar honestamente? Pero celebrar filatélicamente los años en que se solidarizaban con los que mataban de hambre a millones de ucranianos, moldavos y kazajos me parece de mal gusto. Las retribuciones brutas del presidente de Correos en 2021 ascendieron a 203.700 euros. Esto de que se celebre el comunismo predemocrático desde un sueldo público de seis cifras usted lo sabrá valorar. Yo lo único que advierto es que, mientras los líderes postales del trabajador español sigan mal pagados, jamás llegará la sociedad igualitaria por la que tan desinteresadamente trabajan. «Esto es como lo de las autovías y trenes de Cantabria», me dice bostezando el gato Boris, «porque se saca más de prometer que ya van viniendo, que de inaugurarlos, pues, una vez que inaugures, ¿para qué te van votar ya?». Los gatos siempre van al argumento local, son territoriales.
Los vastos destrozos en el equipamiento ucraniano es posible que causen, al menos este invierno, otra ola de refugiados hacia el resto de Europa, porque la gente no puede vivir sin luz ni calefacción ni agua y a 15 bajo cero. Habría aún más fallecidos que en 1932-33. Por tanto, si el Ministerio de Seguridad Social se da prisa en arreglar Parayas, aún podría acoger a muchas de estas personas.
En marzo sobreestimé la cifra de refugiados que podrían venir a España, creyendo que sería un 10% del total. Pero de ese total, en el que me quedé incluso corto, ha habido que restar los muchos que Moscú ha trasladado (a la fuerza en cantidad indeterminada) al este, unos 3 millones (¡!). Así que para otros países han quedado de momento 5 millones, la mitad absorbidos épicamente por Alemania y Polonia. Nos podrían tocar en próximas oleadas (el doctor Kluge, de la OMS, calcula otros 2-3 millones de desplazados inminentes) tantos como para doblar el dato actual español. Y para Cantabria serían unos miles. En julio, Correos emitió, esta vez con más puntería, un sello en reconocimiento a los 30 años de la Oficina de Asilo y Refugio. El problema son los sellos que esta OAR va a acabar coleccionando.
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