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La fotografía del mercado laboral español en junio deja la estampa de un país que persevera en el incremento de las afiliaciones a la Seguridad Social -20,3 millones-, que ha reducido el paro a niveles previos a la crisis financiera de 2008 -2,9 ... millones- y que avanza en la contratación indefinida, singularmente entre los jóvenes, contribuyendo a dignificar las condiciones del trabajo. Pero la positiva evolución del empleo empieza a presentar aristas que solo caben interpretarse como la constatación de hasta qué punto las nubes de la incertidumbre se están extendiendo sobre el conjunto de la economía. Congratularse de la resistencia y de la capacidad de reacción exhibida por el mercado laboral ante la ferocidad de la pandemia y de los efectos benéficos, en términos de estabilidad, introducidos por la reforma laboral no es incompatible -y debería ser, además, lo razonable- con atender los síntomas inquietantes que afloran tras la contención que mostró el empleo en con respecto a los precedentes y en términos interanuales. Una retracción que constata el influjo negativo que la prolongación de la guerra en Ucrania y las alarmas por una inflación histórica está ejerciendo sobre los bolsillos y las expectativas de empresas y consumidores. Con un añadido no menor: el peso que ha vuelto a adquirir, y felizmente, el turismo como motor económico sitúa de nuevo a la economía española ante el espejo histórico de sus dificultades para imprimir transformaciones en su modelo productivo.
El Gobierno encuentra en las cifras de empleo un refugio en este tiempo de sobrevenidas apreturas. Pero de la misma manera que reclama a los demás que no obvien la pujanza exhibida por el mercado laboral en la nueva normalidad, el Ejecutivo no puede obviar, a su vez, las señales de alarma que lanzan las cifras de junio. Sostener, como hizo ayer el presidente Sánchez, que son «formidables» implica orillar conscientemente los factores de riesgo que rodean al mundo del trabajo, el cual no se desenvuelve, encapsulado, al margen de las circunstancias que lo rodean. Y esas circunstancias están condicionadas hoy por una inflación galopante que retrae el consumo y las decisiones empresariales con el impacto que ello puede conllevar a la vuelta del verano. Pero junto a ello también, el PP debería afinar sus críticas sobre «el maquillaje» de los datos de empleo y evitar sembrar dudas acerca de su fiabilidad que acaben alentando las incertidumbres ya existentes y que legítimamente puede exponer.
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