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Si algo hemos aprendido durante este periodo de pandemia es la importancia de los servicios municipales. Cuando determinadas instancias no respondían, cuando las ayudas estatales o regionales se retrasaban o simplemente no llegaban, siempre quedaba el Ayuntamiento. Se trata del último recurso para las personas ... más frágiles de nuestra sociedad, donde las grandes cifras o las estadísticas no cuentan.
En muchos pequeños municipios el alcalde y los concejales se convierten en los mensajeros, cajeros, enfermeros y asistentes sociales por unas horas. Especialmente en los núcleos de población anciana la labor de los alcaldes y su equipo sustituye a la de familiares que se han trasladado a la gran ciudad. Tras agotar todos los recursos, cuando la pensión no llega para pagar la nueva subida del recibo de la luz, siempre queda llamar al alcalde o al concejal.
La mayoría de los regidores y concejales de estos pequeños municipios apenas tienen sueldo. Y quienes lo reciben, asumen tareas que no tienen precio, que oficialmente no deberían asumir. Trabajan por la comunidad, con una responsabilidad social que no se escribe con mayúsculas y que no se vanagloria en público. Pero es que muchas veces, detrás de ellos no hay nadie.
Este sentido de comunidad, más allá de las siglas o de la ideología, es una de las lecciones más importantes que saco de esta crisis. Tenemos mucho que aprender de los pequeños pueblos, y reconocer que nadie va a venir a sacarnos las castañas del fuego. Los protagonistas somos nosotros, si somos capaces de abrir nuevas vías, de plantear nuevos proyectos, de darnos a conocer en las redes sociales, de apostar por las nuevas tecnologías.
La flexibilidad para detectar qué es lo urgente en un momento determinado, la capacidad para adaptar los recursos a las necesidades de los municipios ha sido admirable en Cantabria. Y es algo que no solo se ha dado en los pueblos pequeños, también en municipios como Santander ha habido un liderazgo social, con recursos extraordinarios en esta pandemia. Ese compromiso humano, esa mirada cercana a quien se ha visto superado por las circunstancias, es el espíritu que debería reinar en la política regional y nacional. Necesitamos personas que vayan de cara, que no se escondan detrás de la pequeña pantalla y que de verdad aporten soluciones concretas. A veces nos olvidamos de que la política tiene como objetivo solucionar los problemas de la gente. Y es que cuando no se aportan soluciones solo queda la oratoria, el discurso vacío, la descalificación del otro. Debemos actuar siempre como nos enseñan los pequeños pueblos, donde los hechos se imponen claramente a las apariencias, donde los reyes del artificio y los discursos vacíos no tienen espacio.
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