Secciones
Servicios
Destacamos
A diferencia de los cántabros actuales, los antiguos no eran españoles. Quizá no fuese un gran defecto, e incluso algunos de ustedes consideren en esto asumibles aquellos juicios sobre la historia que el filósofo alemán Immanuel Kant etiquetó como «terroristas» (todo en la humanidad ... ha ido a peor desde una edad de oro de pureza étnica o religiosa) o como «abderíticos» (el bien y el mal humanos se neutralizan y hay una mera oscilación, «una farsa de locos»).
Pero si es usted de la tercera variante kantiana, la «eudemonista» o creyente en el progreso de acuerdo con algún secreto plan de la Naturaleza, asumirá que la españolización de la mayoría de pueblos peninsulares y algunos insulares forma parte de la evolución moral y jurídica de la humanidad. Ni el propio Kant, con su alta y despejada frente sosteniendo la blanca peluca, hubiera podido fundamentarnos con certeza cuál de las tres posturas es la fetén, racionalmente hablando. Él quería creer en el eudemonismo atisbando signos como la ilusión de los europeos ante la Revolución Francesa. Claro que, cuando llegó Napoleón con su ejército y aplastó a los prusianos, a lo mejor el signo llegó a parecerles más dudoso que la conducta de los pollos sagrados a los que el cónsul romano Publio Claudio Pulchro, viendo impaciente que no querían comer antes de una batalla naval, arrojó por la borda diciendo que, si no tenían hambre, quizá tenían sed.
Kant creía que la mayoría de las gentes de su tiempo optarían por el abderitismo, es decir, por el escepticismo moral ante los destinos humanos. No todo el mundo en España, por ejemplo, opina que españolizarse haya sido un buen negocio para los pueblos que venían de otra estructura anterior, más incomunicada. De ahí una ambigüedad muy honda en el estado autonómico actual. Para unos, significa la deconstrucción del proceso de nacionalización. Lo llaman 'procés', 'bilateralidad' y a veces 'federalismo', abusando un poco de este concepto elástico. Para otros, significa trabajar modos crecientemente diversos de ser español. Esto se hace con la simbología, con ciertas preferencias de comunicación, con peculiaridades educativas. Hoy suenan realmente extrañas las opiniones de ilustres intelectuales liberales, cuyas lenguas nativas no eran el castellano, pero que ayudaron a crear una idea contemporánea de la historia de España y creyeron en la casa común, como Miguel de Unamuno, que era vascoparlante, o el historiador y jurista Rafael Altamira, cuyo idioma materno era el valenciano.
Si estas tendencias del estado autonómico se dejaran a su inercia, en la que subyacen las dos primeras posiciones kantianas, tarde o temprano se produciría una disgregación. Sin embargo, hay otras fuerzas históricas que operan en sentido contrario, como la facilidad de transporte y comunicación, la globalización cultural, la construcción europea, los evidentes beneficios de economías de escala, y la indudable energía de la cultura española por sí misma, cuyos creadores, deportistas y emprendedores son mundialmente conocidos y reconocidos, y que forma parte de un mundo cultural más amplio, la América hispanohablante.
Cantabria nunca ha querido ir muy lejos en el estado autonómico. No ha reclamado tener una policía propia, ni un ente propio de comunicación, ni gestionar las prisiones. Las reformas de su norma estatutaria han sido bastante livianas y el impulso para la última gran transferencia, la sanidad, vino tanto o más del acuerdo nacional PP-PSOE que de una necesidad intensamente sentida entre los cántabros, que simplemente querían buena atención médica sin quitarles el sueño la sigla cosida en la bata del médico.
Es más, puede decirse que la posición poco ideológica de las corrientes regionalistas, y su manifiesto compromiso con la idea española, tiene causa en la especial comprensión que en Cantabria puede haber de este problema dinámico de las regiones. Primero, porque por su dimensión es bien consciente del beneficio que supone para ella la escala nacional, única que puede financiar su administración, sus pensiones, hacer rentables sus empresas, viables sus universidades y centros científicos... En segundo lugar, porque Cantabria fue uno de los principales orígenes de Castilla y de su posterior papel imperial y nacionalizador. Hay sobrados testimonios en el patrimonio y en los archivos históricos sobre esta activa participación cántabra. El hecho mismo de que haya podido quedar a veces un poco anticuada, en relación con una mayor emulación vasca de los estilos británico y francés de vida, le ha permitido conservar por más tiempo aquella inercia de la que viene el espacio común. Algún donostiarra afirma, con esa fe que solo cabe en Guipúzcoa como cuando Garibay presentaba su historia de España declarándose «cántabro de nación», que ese espacio se protege liberando a los que se acaban de concertar de nuevo para liquidarlo. Es como aquel viejo chiste en el que Isaac Rabin y Yaser Arafat apelan a Dios para que resuelva el conflicto palestino-israelí y responde una voz protestando desde lo alto: «¡Eh, que yo puedo hacer milagros nada más!» ¿Existe una fe en el 'ultramilagro'?
Si puede usted acudir un día de estos al Centro Botín, comprobará el influjo más o menos demostrable que el arte ibero tuvo en las innovaciones pictóricas del joven Pablo Picasso. Pero entre ambos hay un abismo: la estilización o cierta deformación de las representaciones plásticas ibéricas obedecían a falta de verdadera pericia, como en otros estilos mediterráneos arcaicos; cuando quería quien podía, hacía una maravillosa Dama de Elche. Mas estas damas (hay algunas otras) no son norma, sino excepción arqueológica. En Picasso, el análisis que tiende al primitivismo y al esquematismo es intencionado, querido, en busca de provocadora fuerza expresiva. Pero precisamente este siglo transcurrido nos ha demostrado que esto, interesantísimo en el arte, no es tan positivo en la política, donde suele ser sinónimo de demagogia, sentimentalismo y caprichosas decisiones que dañan a mucha gente. El estado autonómico solo puede funcionar reduciendo el iberismo a los laboratorios donde el espíritu se solaza y alejándolo del BOE. Pero si no es usted 'eudemonista', entonces que salga el sol por Antequera, tierra ibera.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Estos son los mejores colegios de Valladolid
El Norte de Castilla
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.