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La decisión de Argelia de suspender el tratado de amistad con España ha abierto un juicio político acerca del viraje del Gobierno de Pedro Sánchez sobre el Sáhara y sus eventuales consecuencias. Están por ver las supuestas ventajas de la adhesión a la propuesta de ... Marruecos de reconducir el conflicto hacia la autonomía de un territorio sobre el que nuestro país no puede eludir sus responsabilidades históricas. También si son suficientes para contrarrestar las posibles represalias en forma de un aumento de la presión migratoria o encarecimiento del gas. Argelia se vio este viernes en la necesidad de asegurar que no peligra el suministro de energía a España y, en contra de lo que anunció el pasado miércoles, negó que hubiera ordenado una congelación de las relaciones comerciales, lo que representa un alivio para numerosas empresas. No es casual que ese movimiento se produjese después de que la Comisión Europea le acusara de violar sus compromisos con el conjunto de la UE y cerrara filas con Madrid tras una visita a Bruselas del ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel Albares.
El éxito diplomático cosechado por el Gobierno atempera el golpe económico que habría causado la respuesta inicial de Argel. No obstante, parece obligado actuar con la máxima cautela ante esa rectificación hasta comprobar cómo se traduce en la práctica y poner en marcha cuantos resortes de diálogo sean precisos para reconducir la situación. Es indudable que Argelia, como Marruecos, se rige por criterios distintos a los de la España constitucional. Pero el Ejecutivo no podía ignorar que su sorprendente giro sobre el Sáhara generaría tensiones de efectos imprevisibles. Máxime en un mundo del que forman parte la Rusia que invade Ucrania en una flagrante vulneración del Derecho Internacional, la China que ofrece cobertura a tal agresión mientras aprovecha el momento para extender su influencia y hasta la Italia que dentro de la UE encuentra un resquicio ventajoso en el pulso entre Argelia y España.
En todo lo que tiene que ver con esta crisis, el Gobierno pudo proceder de muy distinta manera a como lo hizo: gestionando la acogida humanitaria del líder del Frente Polisario, Brahim Ghali, en el seno de la UE; concertando la aproximación a Marruecos en el Congreso con una fórmula más acorde a la literalidad de la ONU respecto al Sáhara y mostrándose menos presuntuoso con Argelia. Es evidente que cometió errores de cálculo que no puede repetir.
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