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Son frecuentes en los escritos de judíos y cristianos las denominadas 'profecías post-eventum', es decir, 'a posteriori'. Consisten en presentar como futuros acontecimientos que ya se han producido mediante el recurso de fingir una fecha anterior a la real para la redacción ... del escrito. Un caso notable es la atribución a Jesús de Nazaret de palabras que profetizan la gran catástrofe del pueblo judío que supuso la guerra contra Roma del año 68 y la destrucción del Templo de Jerusalén. Así, en el Evangelio de Marcos 13,1 pone: «Al salir Él del templo, le dijo uno de los discípulos: Maestro, mira qué piedras y qué construcciones». Y Jesús les dijo: «¿Veis estas grandes edificaciones? No quedará aquí piedra sobre piedra que no sea demolida». Jesús está hablando hacia el año 30 y, evidentemente, profetiza la destrucción del templo por los romanos en el año 70, pero se da la circunstancia de que el Evangelio fue escrito después de ese año. Si nos trasladamos al Antiguo Testamento, un caso bien conocido es el libro profético de Daniel a quien el autor sitúa en la época de Nabucodonosor, rey de Babilonia en el siglo VI a.C., en el que el protagonista profetiza una serie de guerras y catástrofes que tendrán lugar en siglos posteriores. La explicación es muy fácil pues hoy sabemos que la fecha de redacción del libro es tres siglos posterior al reinado de Nabucodonosor.
He recordado el fenómeno de las profecías 'a posteriori' al leer y escuchar declaraciones de políticos, científicos y periodistas que acusan al Gobierno de España y a otros de una gran falta de previsión por no haber tomado medidas como la confinación contra la pandemia del coronavirus con mayor antelación y mi pregunta es: ¿Cuántos de estos agoreros anunciaron y solicitaron antes de marzo que se tomaran las precauciones que solicitan? Soy un lector normal de la prensa y oyente de radio y televisión, en menor medida de las redes sociales, y no recuerdo haber leído o escuchado ninguna propuesta o denuncia de este tipo. Muy al contrario, me permito recordar las reacciones escandalizadas del Gobierno de Cataluña y del Ayuntamiento de Barcelona y otras instituciones, cuando el 12 de febrero la GSMA decidió cancelar el Movile World Congress por el brote del virus en China. Incluso se llegó a sugerir que era una decisión antiespañola o anticatalana para trasladar el encuentro a Madrid. Ahora profetizan que con la independencia Cataluña habría sufrido menos.
Pero de esta condición de agoreros o falsos profetas tampoco se liberan los científicos. Así, en este periódico del 19/4, el ilustre catedrático de Microbiología, expresidente del CSIC y de la UIMP, César Nombela, critica la gestión del Gobierno de España porque «lejos de aplicar las medidas necesarias mes y medio antes, se relajó todo». Yo le preguntaría al ilustre profesor cuándo y en qué foro solicitó en el mes de febrero que se decretara un confinamiento como el de China que ahora reclama. Se ha acusado al Gobierno de ser responsable del brote de Madrid por no prohibir la manifestación del 8 M, siendo así que estas manifestaciones se produjeron con el beneplácito de todos en todas las ciudades de España y en ninguna de ellas ha habido brotes semejantes al de Madrid. Es más, uno de los partidos que ha agitado esa denuncia con mayor énfasis es el mismo que ese día 8 M celebró un mitin con 9.000 personas encerradas en una plaza de toros y presidido por una persona que acababa de regresar de Milán infectado de coronavirus.
Los falsos profetas y las profecías 'a posteriori' han proliferado siempre con motivo de las grandes catástrofes, desde la época del José bíblico y las plagas de Egipto hasta nuestros días. Así como los casos que he recordado del Antiguo y Nuevo Testamento surgieron para apuntalar un movimiento religioso, las nuevas profecías no ocultan sus fines políticos, propaganda en ambos casos. Pero no se debe olvidar la advertencia del mismo Jesús de Nazaret: «Vosotros estad sobre aviso, no os fieis de los falsos profetas».
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