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En la década de 1980 Joseph M. Bessette crea el concepto de «democracia deliberativa», una nueva relación, complementaria a la democracia representativa, entre el poder político y la ciudadanía, entre la sociedad política y la sociedad civil. En cierta medida se alude a la práctica ... surgida en la Grecia Antigua, de debatir en la plaza pública («ágora»), asuntos que interesaban a todos los ciudadanos. En la actualidad, el antiguo ágora se extiende a los medios de comunicación y las redes sociales, pero también a un parque, una sala de conferencias, un museo, y allá donde los ciudadanos pueden dialogar y compartir ideas.
En este contexto, el debate sobre el proyecto de decorar el Faro de Ajo por parte del artista Okuda, promovido por el Ayuntamiento de Bareyo, Autoridad Portuaria de Santander y Gobierno de Cantabria, ha provocado que numerosas instituciones y asociaciones profesionales y cívicas, sin constituir ningún frente común ni consensuado, manifestaran públicamente su contundente oposición al proyecto. Dicho rechazo se justifica en que el proyecto es inconjugable con los patrimonios cultural y natural, y que una cosa es conciliar cultura y actividad económica y otra bien diferente banalizar cultura y naturaleza como herramientas para generar ingresos a cualquier precio.
A partir de ello, merece la pena comentar de manera sintética, las reacciones de los representantes políticos de las instituciones implicadas, y del propio artista, recogidos en los medios de comunicación:
El presidente Miguel Ángel Revilla sale a decir: «a mí me gusta, pues el color blanco actual no veo que tenga ningún atractivo», y afirma de manera despectiva que la finca donde está el faro carece de utilidad alguna pues en ella «pacen dos vacas» y «la hierba está abrasada por el salitre». Sus comentarios hacen recordar al rey Luis XIV de Francia que cuentan que dijo: «L'Etat ç'est moi» («El Estado soy yo»), y dirimía lo que era bueno para él y para Francia. Añade también que el proyecto se convertirá en un «atractivo turístico» y que el faro ha perdido su uso, hecho incierto pues cada noche continúa lanzando sus destellos al horizonte. Ignora de un plumazo el interés del propio Faro de Ajo y del entorno natural que ocupa, y que el color es el que corresponde a su función, que todavía hoy es de suma utilidad para la navegación.
El alcalde de Bareyo, José de la Hoz, al que pertenece Ajo, alega que el proyecto convertirá a la localidad en «un enclave estratégico a medio camino entre el Guggenheim de Bilbao y el Centro Botín de Santander», y añade la idea de hacer un museo de esculturas similar a Chillida-Leku, que pudiera atraer mucho turismo. Situar en un mismo nivel la pradera del Faro de Ajo con ambas instituciones es una desmesura, y resulta atrevido comparar el posible parque de esculturas con los fondos museísticos de Chillida-Leku procedentes del patrimonio del artista Eduardo Chillida, lo cual no es poco.
También el artista Okuda San Miguel declara que «las críticas al proyecto del faro son una cuestión de política y de ignorancia», desacreditando la independencia de las opiniones ajenas y prejuzgando la carencia de conocimientos de quienes se oponen. Endeble posición la de quien descalifica a los que piensan diferente, pues quienes integran las diversas asociaciones no participan de una ideología común, y la ignorancia no va con nosotros. Por otra parte, nadie ha cuestionado el talento del señor Okuda que, por cierto, lo posee a raudales y lo ha probado internacionalmente, lo que se pone en cuestión es la pertinencia del proyecto, por encontrarlo «fuera de lugar». Por otro lado, el presidente de la Autoridad Portuaria y la delegada de Gobierno, simplemente esquivan su responsabilidad y ofrecen la callada por respuesta.
La imagen de instituciones que actúan de forma ajena a la opinión de la sociedad resulta anacrónica y da idea de la falta de diálogo con el que surge la iniciativa. Parecen olvidar que tienen la responsabilidad de administrar patrimonios y valores que no son suyos, sino de la sociedad, que a su vez es heredera del esfuerzo de nuestros antecesores, cuyos frutos gozamos.
El hecho de que estén dispuestos a imponer la intervención en el faro y acantilados de Ajo, a pesar de las opiniones contrarias de gran parte del mundo cultural y artístico de la región, da idea del personalismo con el que actúa la clase política y la falta de asesoramiento de la que incluso alardean. Resulta impropio de las sociedades evolucionadas y da idea de lo poco acostumbrados que estamos al diálogo entre el poder político y la ciudadanía. La «democracia deliberativa» es sencillamente contar con la opinión de la propia sociedad a quien va destinada sus iniciativas, y que en no pocas ocasiones pueden opinar y aportar alternativas con mejor criterio que quienes deciden.
Firmantes: Ramón Maruri, Luis Villegas, Domingo de la Lastra, Aurelio G-Riancho, Esperanza Botella, Angela de Meer, Juan Carlos Zubieta, José María Cubría, Celestina Losada, Mercedes Fernández, Joaquín Mantilla, Eloy Velázquez, Esther Sainz-Pardo, Orestes Cendrero, Miguel de la Fuente, Fernando Mantilla, Alfonso Moure, Lourdes Ortega, Ana Rubio, Ana de la Lastra, Ángel Chamizo, María García-Guinea, Fernando Vierna, Carmen Alonso, Juantxu Bazán, Carmen Moro, Claudio Planás, Karen Mazarrasa
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