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Llevamos más de dos meses en estado de alarma y el único modo de avanzar en este complejo proceso de 'desescalada' es con prudencia, cautela y seguridad, pues como decía Joseph Conrad en 'El corazón de la tinieblas' uno no puede vivir llevándose los ... dedos eternamente al pulso.
Dos elementos clave ante estos días de Cantabria en fase dos son estos. Por un lado, al no haber vacuna como mínimo hasta 2021 y no disponer de tratamientos totalmente efectivos contra el coronavirus, toda actividad económica ha de acostumbrarse a guardar no sólo distancia social sino fundamentalmente distancia física. Por otro, dado que el virus sigue entre nosotros y la posibilidad de una segunda ola es alta, seamos realistas, pero también optimistas, pensando en que a una economía regional como la nuestra hemos de ponerla nuestra mascarilla particular devolviéndole la confianza en ella pues si se deteriora entonces empresas y capital físico (inversiones) y humano tardarán en recuperarse.
Siendo lo primero salvar vidas, es preciso paliar el 'shock' económico negativo que arrastrará a la economía cántabra al no recuperar los niveles que teníamos en PIB y empleo hasta como mínimo 2023. Por eso, generar expectativas y certidumbre importa y mucho.
¿Qué puede pasar en junio? No descartemos nada pues la economía es como el tiempo, la entendemos bien a corto plazo, pero no es predecible al cien por cien debido a que son múltiples las combinaciones de escenarios de apertura de actividades, ERTE que esperemos no se conviertan en ERE, confianza del consumidor, grado de venta 'online' Vs. presencial o condiciones de seguridad y salud laboral, etc.
Estamos en territorio desconocido, pero contamos con lo que nos enseña la historia en fenómenos similares a éste, como la peste bubónica del siglo XIV, la gripe española de 1918, la gran depresión de 1929 o la de 2008-2014, además de potentes modelos y 'Big data' que nos informan en tiempo real. Igualmente, un análisis técnico y sin anestesia en esta neorealidad ha de acompañarse de horas y horas revisando trabajos científicos que enseñan a no descartar incluso una posible reescalada pues el coronavirus es escurridizo como demuestran países «modélicos» como Singapur (donde aparecieron súper contagiadores), Corea del Sur o Finlandia.
Reinterpretar las ideas neokeynesianas desde la óptica actual inclinan a pedir un mayor grado de intervención pública para que «regresemos al futuro» dado que ya se está modificando la razón de proporcionalidad entre capital y trabajo. Ayudemos a empresas y trabajadores pues eso servirá para nutrir de recursos al «escudo social» público y al frente sanitario. Confiemos en dichos agentes sociales pues tienen los conocimientos precisos sobre cómo reactivar tanto el flujo circular de rentas como cadenas de producción vitales proveedores-clientes. Pilares como la digitalización e innovación, potenciar el sector agroalimentario, el turismo sostenible y las infraestructuras, la reindustrialización, el valor ético de la responsabilidad social e igualdad de género o los empleos de una formación y teletrabajo para este siglo XXI pueden ser una hoja de ruta para Cantabria entendiendo que más inversión pública refuerza al sector privado como generador de valor añadido.
Lo sanitario es lo prioritario al acompasar la economía en la desescalada y se precisa como en la montaña llevar arnés y mosquetones si queremos combatir una segunda oleada que puede llegar dado nuestro bajo índice de inmunidad. El reto de desconfinar y resetear Cantabria debe tener en cuenta de cara al futuro cercano que en pequeñas zonas rurales dispersas, el riesgo de contagio y velocidad de propagación del virus es menor, algo clave para evitar saturar los servicios sanitarios y que al combatir al virus personas de riesgo tienen problemas por el confinamiento y a la vez el tratamiento de patologías no Covid-19 se ha postergado al acudir menos al centro sanitario por miedo al contagio.
Aunque cueste y queden por delante meses malos, gracias a todos ganaremos al virus. No es tiempo de dejar de ser precavidos pues nadie sabe con seguridad lo que vendrá tras la fase dos si nos relajamos. Como en la montaña, llevar mosquetones de seguridad de sobra al desescalar es, más que útil, algo imprescindible de cara a estar preparados por si viene una segunda ola.
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