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Cuando hablamos de personas, generalmente entendemos seres que deambulan por el mundo, que cultivan sus hábitos, que disfrutan de sus relaciones como seres sociales, que se insertan en una familia con la que conviven, y que participan de las singularidades de la vida, aceptándolas o ... discutiéndolas.
Se trata de seres que cumplen la norma, que están implicados en sus obligaciones, que respetan al prójimo, que disfrutan de amistades y posiblemente de trabajo. Jamás se nos ocurre pensar en nada singular, simplemente proyectamos en los demás los valores que nosotros hemos interiorizado a lo largo de nuestra vida.
Pero hay, y lo sabemos, diferentes tipos de personas, o personas con diferentes formas de ser: los hay amables, simpáticos y cercanos, antipáticos y serios, lejanos y fríos emocionales, muy empáticos y muy hoscos, sonrientes y serios. En definitiva, se trata de un ramillete de formas de ser casi infinito, entre los que figuran los profundamente generosos e incluso serviles, y los malos, los que hacen el mal a los demás sin objetivo alguno, o simplemente por afán de disfrute. Malos que pueden llegar a la maldad más refinada e incluso a ejercer la crueldad.
Por otra parte, se dan personas hipersensibles, suspicaces y desconfiadas, además de tenaces y celosas, o prepotentes y arrogantes, intolerantes y rencorosas, o incapaces de sentir placer e incluso de expresar sus sentimientos. En definitiva, comportamientos que son singulares y marginales, que normalmente van a plantear graves conflictos en la relación con los otros.
Ocasionalmente, alguna de estas personas pretendiéndolo o sin pretenderlo, puede circunstancialmente conectar con una pareja, en la que normalmente observará ciertos rasgos poco comunes, que chirrían, como la falta de respeto, la imposición o exigencia, la impulsividad junto al deseo de separarla de los suyos. Actitudes que compensa con algún obsequio, elaborando una estrategia cuyo fin es el control y la posesión, hasta que lentamente lo consigue.
A pesar de que la pareja vive ese carácter poco adaptable, en ocasiones se toma el reto de cambiarle, y ello hace que cada día se acerquen más, se comprometan más, hasta que sin darse cuenta, ella tiene enormes dificultades para volverse atrás, entre otras cosas, porque se ha quedado sola, y además enemistada con las amigas y los familiares, que lentamente abandonó.
Cristaliza la unión, y aquellas protestas, imposiciones, críticas, vejaciones, humillaciones y desprecio, van en aumento, llegan los empujones, los zarandeos, las bofetadas, que culminan con las palizas, sin motivo real, sin causa que lo justifique. Él simplemente no encuentra las cosas como desea, no sabe como las desea, y ella obviamente no acierta, con lo que el conflicto se prolonga y endurece, y puede terminar de forma dramática.
Los hijos, cuando existen, presencian el espectáculo en toda su extensión, incluso pueden ser objeto de malos tratos como la madre, y el drama adquiere un carácter más infernal. Ella, en ocasiones, balbucea el término separación, aspecto que él vive como una agresión, porque sencillamente la siente como suya, le pertenece y ella no tiene derecho alguno, por lo que si le denuncia, él se reserva el derecho de defensa, consistente en un ataque, o incluso en su destrucción. Si culmina la separación, la reacción puede ser letal, porque no entiende cómo siendo tan importante para ella, cómo perteneciéndole se atreve a abandonarle. Aquí nace la ira, la rabia y la venganza, que según sea el carácter del individuo podrá ser diferente.
Puede en ocasiones conformarse con una paliza, o puede que vaya un paso más y pretenda hacerla desaparecer. Al fin y al cabo no vale nada, o puede que piense en irse con ella, o en otros casos, los más extremos, puede que lo que desee es hacerla sufrir eternamente, para lo que utiliza a los hijos, fruto del vientre de la madre, lo que provocará más dolor, pudiendo o no desaparecer con ellos.
Ella ha elegido no vivir con el, él no la perdona y, o acaba con ella, o la inflige un dolor tan grande y eterno, que es difícil de digerir. Y todo ello pensado, reflexionado, ordenado, preparado y atado en todos sus extremos de forma consciente. No se observa improvisación alguna, la estrategia está diseñada cuidadosamente.
En estos momentos, según las estadísticas, hay más de 6.000 mujeres inmersas en este tipo de proceso judicial, a las que si unimos las que denuncian a diario, cientos de niños pueden ser objeto de violencia. Seguro que alguno de nosotros conoce algún caso, sabe de alguna situación conflictiva. Seamos activos y denunciémoslo a la mayor urgencia, estamos a tiempo, no nos quejemos después.
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