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Emigrar confunde. Cuando uno emigra, aprende a aceptar que las reglas y costumbres con las que ha vivido hasta entonces no son las únicas válidas y que la 'normalidad' a la que estaba acostumbrado, no es tal. Una de las cosas que más perturba al ... occidental en China es la de vivir todo el año en Navidad pero, empecemos por el principio: estas fechas festivas lo son, en realidad, únicamente para un tercio de la gente que vive en el globo. Con 8.000 millones de personas habitando el planeta y 'sólo' 2.300 millones de cristianos, para la mayoría de los terrícolas, estos días tienen muy poco de especial. Sin embargo, desprovistos de creencias que lo apuntalen, casi la mitad (45%) de la población global se suma a la vorágine festiva de gorritos de papá Noel, abetos adornados y renos con cascabeles. China también.
Por motivos que yo nunca entendí del todo, mi madre siempre fue muy rigurosa en la celebración de la Navidad, no permitiendo que en casa se cantasen ni reprodujeran villancicos u otras canciones navideñas, sino en las fechas correspondientes. Pues bien, en China uno puede escuchar villancicos durante todo el año, en los lugares más anodinos y las ocasiones más variopintas: como melodía de bienvenida a los visitantes de una feria de muestras, en los váteres de una estación de tren en pleno agosto, acompañando el anuncio publicitario de las superrebajas en un centro comercial o como señal acústica para pedirle al pasaje de un avión que se ate el cinturón de seguridad. Trasterrado y confundido, el occidental debe acostumbrarse a que, en China, es Navidad todo el año.
Aunque en retroceso (bastantes cosas están de retirada en China) sigue siendo habitual entrar en una tienda cualquiera mediados de mayo y encontrar, en la entrada, un anacrónico abeto recibiendo al cliente o que el escapare aún exhibe felicitaciones navideñas ('Marry Chtsirmas') pintadas con nieve artificial. Las faltas de ortografía al escribir en inglés son habituales pues, quien instala los letreros o la decoración de turno, suele ser mano de obra barata que no domina el idioma (a su vez, los occidentales -incluso los que estudiamos chino- apenas echamos en falta si a un sinograma le faltan un par de trazos).
La Navidad en China (como cada vez más en Occidente) es fundamentalmente una gran cita comercial (como también lo es San Valentín), con apenas sustancia. Para los chinos, la Navidad es una festividad tan 'propia' como lo sería para los españoles el 'Día de Acción de Gracias': no es una festividad oficial y no entraña ninguna celebración religiosa (excepto para los más de 60 millones de chinos cristianos que sí la celebran con fervor). En cambio, no es extraño en estas fechas ver a gente joven (fundamentalmente en las grandes ciudades) ataviada con motivos (supuestamente) navideños. Y es que lo 'pseudonavideño' es muy común en China pues, por ejemplo, no entiende el forastero que Papá Noel aparezca casi siempre tocando un saxofón, que de los árboles de Navidad cuelguen monedas o billetes (las 'características chinas' aquí aparecen especialmente marcadas) ni el porqué de la tradición de regalar manzanas (tal vez relacionada con 'Noche de Paz'). ¿La explicación? La palabra 'manzana' (en chino, PingGuo) está compuesta por un carácter que se pronuncia igual que su palabra 'paz'...
Pero sorpresas mucho más turbadoras aguardan al incauto extranjero que transita por China. Una de ellas le espera en la ciudad de Yiwu. También conocida con el pomposo (aunque indiscutible) nombre de 'Ciudad del Comercio Internacional', Yiwu, un lugar en el mapa completamente desconocido para la mayoría de los mortales, lleva siendo desde hace décadas parada obligada de aquellos que hacemos negocio con China por fundados motivos: de ahí sale la mayor parte del material que atesta los lineales de los 'todo-a-100' del mundo. Más del 70% de TODOS los accesorios navideños que consume el mundo se fabrican allí. Recuerdo la primera vez que fui al mercado mayorista de Yiwu (Futian) en 2007 y, en pleno mes de junio, entre sus más de 70.000 expositores, me zambullí en un universo paralelo (y psicotrópico) hecho de luces parpadeantes, guirnaldas alpinas, renos, gorritos, abetos recién nevados y todo tipo de cachivaches navideños. Algo infantil se resquebrajó en lo más profundo de mí; algo, que había resistido en pie durante tres décadas tras el envite de 'los Reyes son los padres', se rompió en ese momento con sonido de cristal roto, al contemplar la industrialización masiva de la magia navideña. A medias repuesto de la conmoción, una vuelta de tuerca adicional -todavía más dura- me aguardaba: uno se cree que algunas cosas -típicamente españolas- están a salvo de la globalización. Pero no, allí estaban, mirándome impávidos: cientos de miles de pastorcillos, de mulas, de bueyes, de baltasares y de caganers. El espíritu de la Navidad se produce en masa y está fabricado de plástico inyectado. Pues eso, Feliz Navidad 'made-in-Yiwu'.
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