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Son las 8.30 horas del domingo día 22 de marzo, y como todos los días he cumplido con las diversas actividades matutinas: desayuno, elíptica, ducha y me siento frente al ordenador, sin una idea previa de lo que voy a escribir. Creo que ... es la primera vez que me ocurre esto, doy cuerda a mi fuente de pensamientos y como radar, conecta con algo insólito, el silencio absoluto. Ni los perros de la vecina, ni el sonido del ascensor, ni el ruido de coches o motos lejanos me llega. Solo la quietud, el reposo del ambiente, la tranquilidad, la paz, como un recogimiento general. Pienso en mi estado interior, en mis sentimientos, en mis emociones, y también observo que he asistido sin darme cuenta a una vital evolución. El enfado, la contrariedad, la irritación, el inconformismo, la protesta, incluso los conatos de cierta actitud agresiva observada estos pasados días, ha dado paso a una situación más conciliadora, más relajada, más serena y más esperanzada.

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