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Puede que el aparatoso divorcio entre Podemos y Sumar no termine por hacer caer a corto plazo al Gobierno de coalición presidido por Pedro Sánchez. Los morados saben perfectamente que entrar en esa operación provocaría su naufragio definitivo como opción política. Pero el cisma introduce ... una cuña de serio conflicto y desconfianza en el espacio a la izquierda del PSOE, que debilita notablemente la solidez de la precaria y compleja mayoría que sostiene al Ejecutivo. Ello pese al 'triunfo' que ha supuesto la designación de la vicepresidenta primera, Nadia Calviño, al frente del Banco Europeo de Inversiones y de la potente baza que recibe el inquilino de La Moncloa desde las instituciones europeas con este nombramiento tan influyente. Es una buena noticia para España y Sánchez, tan demonizado políticamente por la oposición de centro-derecha, recibe una inyección de moral desde Europa en el actual tiempo de incertidumbre.
Ahora se intercambian cruces de acusaciones. Desde los comunes y Más Madrid se acusa a los cinco diputados de Podemos de ser unos 'tránsfugas' por haberse aprovechado de la coalición con Sumar para salir elegidos y después irse del grupo, cuando habían firmado un compromiso para permanecer en él a lo largo de toda la legislatura. Los de Ione Belarra aseguran que fue Sumar la que incumplió el compromiso al negarles todo tipo de visibilidad y vetar la continuidad de Irene Montero en el Ministerio de Igualdad. La incapacidad de unos y el enrocamiento de otros han alumbrado un desastre que tendrá consecuencias
Aunque Belarra ha asegurado al ministro de Presidencia y Justicia, Félix Bolaños, que la legislatura no está en peligro tras la salida de Podemos del grupo parlamentario y su paso al Grupo Mixto, es evidente que se ha introducido una cuña de potencial conflictividad que va a enrarecer las relaciones entre los aliados.
Los cinco representantes morados se van a sumar a los siete de Esquerra Republicana de Catalunya y a los seis de EH Bildu para conformar el grupo de 'las izquierdas'. Dieciocho escaños a los que se les puede sumar el diputado del BNG en numerosas ocasiones. Se trata de un bloque lo suficientemente sólido como para condicionar los proyectos de ley del Ejecutivo de coalición en minoría. Diecinueve votos que son más, en todo caso, que los 12 que suman el PNV y Junts.
Atención a esa relación de fuerzas y a la dinámica de rivalidad que se avecina. Primero entre Podemos y Sumar, que es la historia de un desencuentro a la que le falta el capítulo final. Segundo, entre ERC y Junts, que compiten por la bandera del independentismo aun cuando ambos grupos han asumido un proceso de negociación con la izquierda española. Y, en tercer lugar, un pulso entre el PNV y EH Bildu que tendrá como desenlace el resultado de las próximas elecciones autonómicas vascas. Un proceso electoral que podría adelantarse para antes de la Semana Santa y en el que la última palabra sobre el rumbo de las alianzas la va a tener el Partido Socialista. La aprobación de la Ley de Educación por consenso entre el PNV y el PSE y la oposición de Bildu augura que la coalición entre jeltzales y socialistas tiene aún cuerda para rato en Euskadi.
La pugna abierta en el seno del espacio a la izquierda del PSOE solo va a servir para desgastar sus expectativas y generar un clima de desencanto y desmovilización en el electorado progresista. La tendencia histórica de la izquierda española a la fragmentación hunde sus raíces en la tradición cainita que se hereda de la traumática experiencia de la Segunda República, en donde las disensiones internas y, sobre todo, la división en el seno del socialismo español tuvieron consecuencias funestas.
La historia de la izquierda en el siglo XX es un rosario de calamidades y desencuentros, de disputas por la pureza doctrinal, de cazas de brujas y procesos inquisitoriales. La historia de la Segunda Internacional y la escisión comunista, provocada por el enfrentamiento entre revolucionarios y reformistas, está en el embrión de esta colisión que vuelve a reproducirse con virulencia. Un momento en el que la ultraderecha cabalga al galope en el mundo, que una parte de la izquierda esté más dedicada a sus cuitas internas que a poner el foco en los nuevos problemas de la sociedad resulta una elocuente expresión de su incapacidad para asumir el principio de realidad. Esta visión cortoplacista y endogámica, si no se corrige a tiempo, lleva dentro el germen de la derrota.
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