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Y verso a verso, escribía Antonio Machado. Pero hoy sabemos que sufrimos ictus a ictus (golpe, en latín). Según datos de la Sociedad Española de Neurología (SEN), cada año entre 110.00 y 120.000 personas sufren un ictus, de los cuales el 50% queda ... con secuelas discapacitantes o fallece. Hoy estamos quizá demasiado concienciados con el covid, pero el ictus golpea con brutalidad la salud de miles de personas, también de modo imprevisible y con terribles consecuencias.
El próximo jueves día 29 se celebra el Día Mundial del Ictus y desde la Asociación de personas con Afasia de Cantabria (ASA) nos lo recuerdan. Una de las principales consecuencias del ictus es la afasia, un daño en el área del lenguaje que dificulta o impide la expresión o comprensión del lenguaje oral y/o escrito.
Marina Terán, logopeda y experta en el tratamiento de las consecuencias expresivas del ictus, se encarga de ayudar a estas personas a comunicarse de nuevo, a poder emitir palabras, decir lo que sienten, lo que quieren, a comprender lo que les dicen, a formar frases, a mantener una conversación, con todo el esfuerzo por parte del paciente y apoyo por parte de su entorno. Recientemente me comentaba Marina: «En terapia nos hemos dado cuenta de que la mascarilla nos ha cambiado la forma de ayudar a nuestros pacientes a hablar de nuevo, a leernos los labios para poder copiarnos, y es que es tan difícil intentar enseñarles de nuevo cuando no nos podemos apoyar en la articulación de los sonidos que se encuentran tras un trozo de tela». Esta es otra de las consecuencias colaterales del maldito covid. Marina nos recuerda que los ictus siguen ocurriendo a pesar de las circunstancias actuales, pero que muchos de ellos son prevenibles y que es preciso saber reconocer los principales síntomas, pues podemos ayudar a salvar una vida. Los cinco síntomas bruscos e intensos del ictus son: dolor de cabeza, afectación de la vista, dificultad para hablar y entender, pérdida de equilibrio y pérdida de fuerza en brazos y/o piernas. Prevenir es curar.
Lo más significativo de los fallos que se producen en nuestro cuerpo, internos como el ictus, o externos como los virus, es que no somos conscientes de su repercusión hasta que no lo sufrimos en nuestras carnes y, muchas veces, ya es tarde para remediar sus efectos. El ictus golpea nuestras vidas y lo hará con mayor o menor intensidad en función de nuestra concienciación para minimizar sus efectos. Si hay conciencia, sabremos de él, conociéndolo podremos ser rápidos con sus efectos y así, seremos capaces de suavizar su contundencia. Pensemos en ello en todo momento: conciencia a conciencia frente al golpe a golpe.
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