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Lo de Rusia resucita a los muertos. La OTAN, agonizante desde la descomposición de la URSS, ha resucitado tras la recomposición de Rusia como potencia mundial. Aquellos que hace unos años dudaban de que estuviésemos a las puertas de una II Guerra Fría ya no ... les cabe la menor duda; pero por si hubiera algún Santo Tomás necesitado de meter la mano en la herida, la Conferencia de Madrid ha declarado oficialmente a Rusia como «el mayor enemigo público de la paz mundial» y a China como «competidor estratégico que amenaza la seguridad de los países de la OTAN».
Cuando las relaciones internacionales se leen en clave preferentemente bélica, es señal de que la negociación y el compromiso entre las partes basados en intereses comunes, han sido desplazados por la confrontación, algo cuya gravedad no se le escapa ni al más distraído de los observadores. Eso sí, ello da energía enormemente a los dirigentes políticos, quiénes de pronto parecen haber encontrado su profesión cargada de profundo sentido; dando en esto la razón al filo-nazi Carl Schmit, quién sostenía que la esencia de la política es la confrontación amigo/enemigo. De ahí sale la idea de que lo que más une a las gentes es un enemigo común. Así nos luce el pelo; y el 'escándalo del cristianismo', amar al prójimo, se hace más evidente que nunca.
A China, que como ya he contado no le interesa la II Guerra Fría, le ha faltado tiempo para señalar que con esta declaración la OTAN está echando leña al fuego: «El llamado 'concepto estratégico' [el plan de la OTAN para los 10 próximos años] ataca y calumnia a China de forma maliciosa.
La OTAN no ha abandonado su costumbre de crear enemigos y promover el enfrentamiento entre bloques. Como consecuencia [China] responderá a los actos que socaven los intereses chinos con firmeza y dureza».
China utiliza el mismo marco de interpretación, no digamos ya Rusia. Y es que, impepinablemente, cuando un bloque aumenta su presupuesto militar, aunque sea solamente defensivo, los oponentes sienten la urgencia de responder con la misma moneda.
La forma en que ejercen el poder los líderes está muy influida por sus expectativas y estas varían según las circunstancias; si el líder tiene una visión optimista del futuro de su país, actúa de forma muy distinta que si su visión del futuro es pesimista.
En general, el optimismo le lleva a practicar políticas constructivas, de un mundo en el que se siente seguro de ir por el buen camino. El pesimismo por el contrario le lleva a tomar posiciones defensivas arriesgadas, con el fin de frenar la marcha del país por el camino de la decadencia.
Si están pensando que esta última es la razón de que Putin haya invadido Ucrania, creo que no andan descaminados; pero es preciso ir un poco más lejos y preguntarse si la actual visión del mundo de Estados Unidos y Europa es realmente optimista, o si también adoptan decisiones arriesgadas con el fin de rectificar su rumbo.
El problema es que, cuando ambas partes están a la defensiva, el riesgo de una confrontación armada es proporcional al grado de pesimismo respecto al futuro; lo cual hace que no podamos descartar dicha confrontación entre las grandes potencias. Es, sin ir más lejos, lo que ocurrió en 1914 (I Guerra Mundial).
Hoy, la situación es muy distinta a la que vivimos en las dos primeras décadas del siglo XXI. Entonces el optimismo occidental era la nota dominante; lo cual no impide que haya enfrentamiento entre países en competencia, pero el fantasma de la guerra no aparece por ningún lado.
Hoy predomina una visión cuajada de desastres: crisis financiera, pandemia, estanflación. Y, de postre, Ucrania: amenaza a la seguridad europea, hambruna en África, la energía por las nubes... Esta situación puede acarrear una década perdida, sin las políticas constructivas que caracterizaron las dos anteriores. Y esperemos que la cosa se quede ahí.
La esperanza es lo último que se pierde pero la prepotencia de las grandes potencias no da lugar a hacerse muchas ilusiones. Los más poderosos tienen La mala costumbre de considerar que ellos están por encima de la ley; es decir, que mientras el resto de los países tienen que someterse a las reglas del juego internacional ellos aplican la ley del más fuerte, y se quedan tan anchos. Esto lo hacen, tanto si son democráticos como autoritarios.
Hoy el malo de la película es Rusia; cualquier día China invadirá Taiwán; pero en 2003 Estados Unidos y Reino Unido, los dos países que más habían hecho por asentar un orden internacional basado en el derecho, invadieron Irak contraviniendo la Carta de la ONU.
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