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En este tiempo de incertidumbre que nos ha tocado vivir, parece que la productividad es el referente humano de salvación. Al plantearse el inicio del estado de alarma; cuando se nos presentaban los primeros quince días en casa (para quienes tenemos la fortuna de ... poder parar) no tardaron en aparecer recursos y guías que rellenasen las horas y los minutos que nos venían por delante. Casi como si de un juego de pruebas se tratara. Esto no deja de ser un fiel reflejo de nuestra sociedad acelerada y convulsa que precisa sentirnos ocupados y preocupados sin tiempo para la reflexión y la planificación. Tiempos en los que medimos la calidad de las personas por el nivel de ocupación y de rendimiento que demostramos, no solo laboralmente, sino socialmente también. Quince días en inicio, un mes ahora, quién sabe cuánto más después. Parece que lo importante es mantenerse atareado, que otros lo vean, distraído, pensando en lo presente y no en lo futuro. La incertidumbre es muy mala compañera, no saber lo que viene después, sentir que el abismo se abre ante ti, que la certeza que hasta hace poco te acompañaba ha saltado por los aires, que el suelo tiembla bajo tus pies, es quizás uno de los mayores retos de la humanidad. Existen realidades muy crueles que, parece, se revelan en estos momentos para una parte de la población; pero esas economías precarias, ese desasosiego no ya del «fin de mes» sino del «inicio de semana» es la dura realidad de muchas familias en nuestro país.
Esas familias, probablemente, no tengan con qué ocio rellenar sus noches y sus días en estos días de desazón constante; esas familias, probablemente, ni tan siquiera tengan el privilegio de parar. Es por ellas por las que debemos quedarnos en casa quienes podemos, es por ellas por quienes debemos luchar por un reparto de la economía más justo y equitativo. Pero no solo ahora que nos asalta el virus, que nos amenaza el miedo, pero no solo ahora que la empatía parece aflorar; sino cuando todo esto haya pasado y el temor haya salido de nuestros pensamientos. Es por todo ese cuerpo de sanidad, por todo ese cuerpo de servicios sociales que ya venía denunciando la falta de recursos, la saturación de la red y la privatización de servicios básicos que ninguna colectividad de bien, debiera consentir. Es por toda aquella persona autónoma que, lejos de tener una economía boyante, paga todos los meses por sacar un salario; por todas las pequeñas empresas que temen perder lo logrado con años de tesón, inversión y esfuerzo personal. Paremos, quedémonos en casa, pero jamás cesemos en el empeño de batallar por una sociedad sana que no puede, y no debe, dejar a nadie atrás.
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