El corredor de fondo

La vida para Fernando Mastretta ha sido, y sigue siendo, una carrera de fondo, sin tregua, peleando incansable contra viento y marea.

Su medio el lienzo, pero el soporte del papel ha sido esencial para configurar su lenguaje. Quizás sea el más personal de cualquier artista. Los antiguos ya lo utilizaban para esbozar y encajar las composiciones, para centrar el relato. Con el modernismo se configuró como campo de experimentación y con las primeras vanguardias se convirtió en el medio expresivo por antonomasia gracias al sentido de inmediatez que transmite.

En Mastretta el papel es la base sobre la que ha escrito una biografía. En estos días vuelve a Santander, la ciudad en la que alcanzó sus primeras metas, exponiendo en las galerías Silió, Siboney y el Sol street, hoy Inder_espacio, a donde llega de nuevo, desplegando directamente sobre la pared, como si fueran las páginas de un muy personal diario de viaje, papeles y collages, en los que podemos leer aspectos íntimos de su vida. El cubo blanco se transforma en el libro sobre el que relatar sus vivencias. Borges alabando la invención de este maravilloso objeto, decía que era «el más asombroso de los inventos humanos, por ser una extensión de la memoria y de la imaginación». Para Mastretta cada collage es una página escrita de su papel como artista, sus gustos, influencias, sentimientos y emociones, su existencia misma.

Ya en la década de los noventa comienza a trabajar en series y una de las primeras la dedica a la 'caligrafía', donde se percibe el influjo que el arte chino y japonés, pasado por el tamiz de Pollock, marcaron estas obras iniciales. Letras y palabras conviven con trazos de pintura y fotografías pegadas, formando una densa maraña. El corredor de fondo bajo la lluvia domina el gesto y se expresa a base de brochazos.

El papel permite proximidad, espontaneidad, rapidez de ejecución y soltura. Durante el estado febril de la creación sobre su nívea superficie se plasma la primera impronta de una idea, a veces sin pulir. El papel es el ring donde tiene lugar el combate del boxeador.

Matisse postrado por la enfermedad al final de su vida se dedicó a los recortables, «recortar en vivo sobre el color me recuerda a los escultores que tallan la piedra directamente», decía. Papel y tijeras.

Picasso inventó junto con Braque el collage y nunca lo abandonó, pues nada se acercaba más a lo real que pegar un fragmento de la prensa escrita del día, sobre las incipientes abstracciones. Papel y periódico.

A Giacometti el dibujo le permitía dar rienda suelta al trazo obsesivo emborronado la superficie del papel con el lápiz hasta conseguir llegar a la verdad de lo representado. Papel y grafito.

Marlen Dumas esculpe cuerpos con aguadas de tinta que proyectan estados emocionales internos y convulsos. Papel y pigmento.

Todas las técnicas y todos los mundos caben en Mastretta, la música, el cine… pero por encima de todos: la literatura, siempre nutritiva. Ahí está Salinger o Kerouac. El artista es el guardián entre el centeno. Y en la carretera viaja con la imaginación, se para y observa, para a continuación plasmar esos lugares que dejan huella. Cada papel es el soporte de una memoria vital, un fragmento del autorretrato, una biografía donde anidan juego y humor, reflexión y preguntas. El artista sin papel no es un artista y en Mastretta, cada uno de ellos, cumple el suyo.