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Cuando el equipamiento de colegios y viviendas con aire acondicionado era inusual, los norteños que estudiábamos en Madrid temíamos la agobiante confluencia de los exámenes finales de junio y las primeras noches de calorazo capitalino. Una estrategia defensiva consistía en estudiar de noche y en ... salas comunes. En los descansos platicábamos y aprendíamos unos de otros. Mi caprichosa memoria ha retenido una noche en particular. Un compañero de Medicina hizo una interesantísima exposición sobre qué signos permitían calcular cuánto tiempo llevaba el cadáver siendo tal. A mí, como tenía examen de Economía, me tocó hablar de la inflación, mucho menos apasionante.
Me ha venido aquel episodio al oír en la radio una explicación de la nueva consejera de Economía Ana Belén Álvarez sobre la inconveniencia de reducir los impuestos a la hora de combatir la inflación. Ya alguna otra voz había apuntado un argumento similar: si los precios están tensionados y dejas más dinero en el bolsillo de la gente, seguirá empujando la demanda y los precios continuarán subiendo. Pero la consejera dijo al Parlamento que la inflación actual es un problema «de oferta», no «de demanda». Es decir, los precios no suben porque ciudadanos de bolsillos calientes gasten y gasten, sino que suben por escasez sobrevenida (disrupciones logísticas, Ucrania...) en la oferta de una serie de productos, muchos de ellos básicos.
Evidentemente, la consejera apenas puede actuar sobre la oferta, porque no es ni empresaria china, ni petrojeque, ni compañía eléctrica por mucha gente que esté enchufada; tampoco puede hacer que en Cantabria se produzcan más alimentos como en las bodas de Caná. La conclusión es que no hará nada: sobre la oferta no puede y sobre la demanda no quiere... de momento.
Una de las cosas que dibujé aquella noche sobre la pizarra fue que hay varios tipos de inflación, que se afrontan de diferente manera. Si les parezco fuente poco fiable, lean a Philipp Heimberger, del Instituto de Viena para Investigaciones Económicas Internacionales, en el portal de la Fundación Friedrich Ebert (el primer socialista que llegó a la jefatura de un Estado importante, en 1918; su hijo Fritz sería un alto dirigente de la Alemania comunista, lo que desmiente que la historia esté en progreso). Heimberger señala que, como el origen de esta inflación no es una espiral de salarios y precios, sino un shock de materias primas y energía, no tiene sentido subir los tipos de interés, sino trabajar a medio plazo sobre la oferta y, en el lado de la demanda, apoyar a los hogares cuya cesta de la compra más padece.
Y el Banco Mundial hizo saber que durante tres años habrá altos precios de alimentos y combustibles. El vicepresidente Indermit Gill ha aconsejado velar por el crecimiento económico doméstico. En un reciente post, nos recuerda: «La elevada inflación tiende a empeorar la desigualdad o la pobreza porque afecta más a los ingresos y los ahorros de los hogares más pobres o de medianos ingresos que a los de los hogares ricos».
Por ello, que un Gobierno 'progresista' (quitar las comillas hay que ganárselo) se cruce de brazos ante un trienio inflacionario es chocante. Además, si reducir impuestos no es bueno para frenar la inflación, ¿por qué la propia autonomía ha rebajado un montón de tasas? ¿No sería mejor dejarlas como estaban, en coherencia?
Por otra parte, ¿será la Consejería partidaria de revalorizar los sueldos según la inflación, como las pensiones, o no? El coste laboral por trabajador y mes ha caído en Cantabria casi el 4% mientras el IPC sube a un 10%. Entre convenios insuficientes y ausencia de alivio fiscal, el resultado es claro: debilitamiento del consumo de los cántabros con rentas medias y bajas. Mientras, las administraciones van de superávit en superávit (Cantabria dos años consecutivos) y con récords de recaudación. El Ministerio de Hacienda ha informado de que sus aportaciones a Cantabria en el primer cuatrimestre del año son un 8% más elevadas que en el mismo periodo de 2021. Además, sigue sin haber freno UE: con el dato de referencia de -0,6% del PIB, Cantabria podría incurrir en un déficit de 90 millones este año y aquí no habría pasado nada...
Cantabria podría dedicar este margen a que muchos hogares llegasen un poco mejor a fin de mes, y su Gobierno un poco peor a fin de año. Estoy convencido de que nuestras autoridades pronto cambiarán de religión económica. No por salvar al soldado Corocotta, sino por salvar las elecciones de 2023, donde se podrá ir con inflación, pero con 'inflas' mejor que no.
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