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La información nos facilita el conocimiento, el almacenamiento de noticias que nos permitan participar e implicarnos en la vida. Es una fuente de saber, de adquirir capacidades y habilidades, nos enseña en definitiva a ser con los otros, a estar con los demás, a ... ser uno más, incluso en ocasiones a profundizar en las entrañas de un área de la vida, que nos acerque más a su verdad profunda.
Después de vigorosos esfuerzos intelectuales, de sacrificios y renuncias, de persistencias sin tregua, de días largos de insomnio, un grupo numeroso de investigadores ha conseguido lo que todos esperábamos, nuestra salvación definitiva frente a la pandemia, la vacuna frente al virus, que con el tiempo nos liberará de su sufrimiento, de sus penurias, de sus precariedades, incluso de sus muertes, porque todos somos sabedores de su capacidad de destrucción.
Fallecimientos a miles, enfermedades graves a millones, secuelas incontables, como lo son sus consecuencias: pobreza en algunos casos extrema, precariedad, ruinas por cientos, marginaciones, segregaciones sociales, hambre, y de forma especial, problemas graves de conducta, que van desde el suicidio, pasando por las separaciones de pareja, los problemas emocionales como estados de ánimos tristes, ansiosos, obsesivos, retraídos por el miedo... En definitiva, pérdidas de salud emocional, que limitan nuestra forma de vida cotidiana.
Pero ocurre que, ante esta situación en principio tan clara y expresiva, tan desgraciada como penosa, de la que todos nos hemos sentido rehenes desesperados, esperábamos un cambio que ha llegado, y ahora hay individuos, grupos de personas o colectivos organizados, que lo discuten bajo el paraguas de la duda de la existencia del virus. Dicen que es todo una patraña, y que la vacuna puede provocar un mal, que supera al mal del virus, porque al introducirle en el individuo, ésta puede ocasionar un cuadro más grave y de peor pronóstico del que queremos evitar.
También se dan los que niegan todo, la existencia del virus, incluso manifiestan que es artificial y ha sido creado por la voluntad de las personas, y que en consecuencia su fin es espúreo porque el objetivo es finalizar con la vida de un número determinado de personas, en un tiempo determinado, y está en la mano del hombre la capacidad de pararlo cuando lo crea oportuno, que es tanto como decir cuando consiga sus objetivos.
Los argumentos de los negacionistas, contestatarios, marginales, paranoicos o narcisistas, pueden tener todos los colores del arco iris. No obstante, la realidad la podemos vivir cada día, o cada minuto en cualquier centro sanitario, sea un centro de salud o un hospital. Podemos si lo deseamos acudir a los servicios de urgencia o a las UCI, y observar en directo la expresión de un tsunami de grandes magnitudes, sanitarios y parasanitarios corren, sudan, dan todo lo mejor de su saber, sin descanso, sin tiempo para respirar, los segundos son vitales porque en segundos una persona se puede ir para siempre.
Francis Bacon, filósofo ingles padre del empirismo, siglo XVI, decía: «la valoración sesgada de la evidencias conduce a todas la supersticiones inimaginables». Esta realidad es más contundente en estos momentos de tanta información, a través de las redes sociales, por otra parte tan predispuestas a cualquier voluntad, pues además de poder vehicular todo aquello que deseamos, sin censura alguna, se da otra circunstancia, el que cada individuo, poseedor de una determinada «verdad» se va a dirigir al medio que le demuestre que ésta es más verdad, autoafirmándole en su error, y jamás buscará la posibilidad de abrirse a una discusión, porque es tanto como poner en duda su verdad. «Una opinión puede fácilmente inclinarse hacia el lado equivocado, y después las emociones atan y restringen la mente», Tomas de Aquino.
Esto lo vemos cada día más claro en política. Nos hemos impermeabilizado frente a la crítica, nuestro pensamiento crítico ha desaparecido, y le reprimimos con la verdad absoluta en la que nos instalamos, y que alimentamos buscando siempre el medio que nos subraya lo que nosotros deseamos, separándonos cada día más de los otros, y llegamos a mutar, lo que en realidad deberían ser compañeros en busca de la verdad, en enemigos enfrentados, y situados cada día más alejados los unos de los otros, y en consecuencia de la verdad.
Esta situación que hoy se vive en política, de forma casi generalizada, y digo casi siempre porque se dan excepciones, se ha trasladado a la población, y llegamos incluso a comportarnos como verdaderos 'hooligans' de cada uno de los partidos, perdiendo con ello la riqueza del pensamiento libre y crítico.
Nuestra actitud ha de huir de dogmatismos, acercarse con humildad al diálogo, tratar siempre de enriquecerse con el apunte del otro. Todas las aportaciones van a permitir la observación de otros puntos de vista, y con ello el enriquecimiento de ideas, aunque hemos de recordar que la evidencia científica no es opinable, es una evidencia, no es una opinión.
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