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La estrategia, que hasta el día de la fecha hemos mantenido contra el virus maligno y mortal que desde finales de 2019 nos viene atacando, ha sido de «convivencia». Nos invade violentamente, ponemos en marcha medidas especiales, en ocasiones casi draconianas, le contenemos un tiempo, ... disminuimos las medidas señaladas y, de forma lenta, él va adquiriendo vitalidad y energía, y de inmediato vuelve a la embestida. Como un toro, le capoteas, se cansa pero, ante cualquier descuido del torero, puede ser mortal. Siempre ha sido así, aunque se da la circunstancia de que otros países europeos –especialmente asiáticos– han preferido contenerlo, evitando la convivencia o contemporización.
Esto impresiona, cuando menos sorprende, porque estábamos avisados, habíamos tenido previamente unas visitas que nos anunciaban cierto peligro. 2002-2003 (SARS Cvi-1), 2009-2010 (gripe H1N1), 2012 (actual MERS), 2014-2016 (ébola), 2019 actual covid, amén de aquella desgraciada epidemia del año 1918, mal llamada española y que mató a más de 50 millones de personas. Aún con todos estos antecedentes finaliza 2019 y, estando en casa y en el domicilio de los países vecinos, Francia e Italia, seguimos con nuestro ritmo de vida sin tomar decisión al respecto.
Esto significó que cuando tuvimos constancia de su existencia, cuando nos informamos de su convivencia en nuestro vecindario, cuando nos fue familiar, y especialmente cuando dio comienzo su arrebatada violencia de enfermedad y muerte, se careció de estrategia para su respuesta. Esto significó que ni los sanitarios, convivientes con el paciente y, en consecuencia, en peligro permanente, ni el resto de población vulnerable o no vulnerable, dispuso de normas o medidas para ejercer un comportamiento adecuado. La muerte se instaló preferentemente en las personas mayores, es decir en las residencias de la tercera edad, que además carecían de protección, en el personal sanitario, que no disponía de medidas de protección, y al final en el resto de la población, especialmente en la vulnerable.
De esta forma hemos ido dando un paso adelante y otro hacia atrás, como 'La Yenka', sin que –y a pesar de los esfuerzos nacidos desde todos los rincones– se consiguiera cambiar el guion. Una prueba singular en políticos es la que se ha permitido el vicepresidente de Castilla y León, cuando de forma contundente manifestó: «Nos hemos equivocado, no hemos estado a la altura de las circunstancias, no lo hemos sabido hacer, somos unos ignorantes…». Palabras que le honran, al admitir lo que es una realidad vivida por todos, comentada por todos y sufrida por todos. Mi felicitación.
Estamos en este momento en la quinta ola, peligrosa especialmente por ser la responsable de una variante del virus de enorme contagio y porque especialmente incide en los jóvenes, que por otra parte, al salir de confinamiento social cultural y educacional y perder en cierta medida el control de su comportamiento, les hace candidatos especiales, con el peligro de enfermar y potencialmente pasar a la UVI, además de contagiar a los suyos, porque es sabido que las vacunados, aunque sea con las dosis correspondientes, pueden ser objeto de infección.
Y todo ello además contando con el aderezo de la discordancia en política. Nadie está de acuerdo con nadie, nadie se coordina para establecer un frente más fuerte, todos sin excepción se dedican a criticar de forma negativa lo que dice el otro, sin darse cuenta de que es el pueblo el que sufre, el que enferma y el que desgraciadamente fallece. Nadie se permite ejercer como referente de cordura en busca, desde la humildad de la multiplicidad de errores, de una coordinación que permita un frente constructivo del que deriven unas normas cuyo cumplimiento no solo se discutan sino que se defiendan.
Seguro que la naturaleza nos traerá desgraciadamente más epidemias o pandemias, sabemos cuál es el comportamiento de estas, cómo sutilmente se introduce en la sociedad y la esclaviza y la mata. Lo sabemos, de aquí que la soberbia que alimenta esta esterilizada discusión, que no lleva más que a la destrucción, se pueda tornar en un acercamiento desde el que nazca un entendimiento y con él una ley pactada que nos permita a todos vivir con cierto grado de seguridad, al saber cómo responder a un hecho tan peligroso e incluso mortal.
Es lo menos que podemos y debemos pedir y exigir: no más errores, no más discusiones estúpidas, hay áreas de gobierno en el que el acuerdo es esencial, en este caso vital, por ello más pronto que tarde preparémonos, elaboremos una estrategia, que sea pública, incluso que se explique en los colegios, para cuando llegue una pandemia sepamos qué lugar es el nuestro.
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