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Llevamos en la nube desde el sábado, primeros en la tabla y casi acariciando el ascenso, pero hay gente que no está contenta nunca. Yo, ... por ejemplo, he echado de menos las rayas de la camiseta.
A ver, que es verdad que salimos ganando con el cambio de equipaciones, porque ni el gris raruno ni el azulín aquel tenían mucha razón de ser en la iconografía racinguista, y rescatar la camiseta las peñas para el centenario popular la verdad es que ha sido un puntazo, pero… ¿qué falta hacía desplazar la camiseta de rayas al tercer lugar?
Y es que a los nostálgicos nos habían puesto ya los dientes largos, después de la presentación –la primera, claro– de los nuevos uniformes, y más allá de que el amarillo del cuello pegase o no, y del estropicio de que los números no se distinguieran en ese color, lo de la camiseta a franjas verdes y blancas es para muchos una auténtica debilidad.
Porque el asunto de las rayas tiene mucha miga. Para empezar, supone un guiño a los que conocimos este deporte cuando todavía era un juego de números y escudos cosidos a mano. En el imaginario colectivo de casi todos los que nacimos en el pasado siglo, la geometría del fútbol tiene dos diseños icónicos y universales: los pentágonos negros y las rayas de la camiseta. En todo lo demás ya podemos ser flexibles y tragar con las modernidades, pero por mucho que sea de reglamento, un balón no es un balón si no está formado por hexágonos blancos y topos negros. Y una camisola futbolera debe tener rayas. Verticales, a poder ser.
Ni siquiera hacen falta filigranas ni degradados: lo mejor son unas simples rayas, con colores planos. Blanco sobre verde, igual a Racing. Menos es más. Puro zen, vamos.
Pero es que a nuestro equipo, además, muchos lo tenemos grabado en la memoria con aquellas equipaciones de los años ochenta. Y el Racing de los cromos salía sobre todo con rayas: Sañudo, Quique, Verón, Piru…
Que seguramente salían más a menudo de blanco, pero ese uniforme era único; otros equipos –el Burgos o el Salamanca– iban también de blanco y negro, pero la camisa de listones verdes y blancos y pantalón negro eran exclusivos del Racing –sí, el Betis alguna vez nos lo ha birlado, pero su color de siempre es el blanco–.
Ese sello inconfundible se conserva, por ejemplo, en las fotografías infantiles, esa suerte de fósiles sin ámbar, en las que las rayas prevalecen, y basta con darse un paseo por los Campos en un día de partido para comprobarlo: desde las retro que hizo Joma para el 'dúo sacapuntas', hasta la del último ascenso, nunca faltan en el nutrido vestuario de la grada. Y en la tienda, son las que primero se agotan. El pasado sábado en El Sardinero se veía más la camisa a rayas que el polo algo sosainas que han lanzado para sustituirlo.
Y sí, está bien eso del respeto y los guiños a la tradición, pero las rayas también tienen su historia. Pero ya que el racinguismo se está volviendo tan democrático que hasta nos dejaron votar por las rayas de las medias, ¿por qué no una encuesta para una camiseta realmente verdiblanca?
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Ana del Castillo
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