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Treinta años y seguimos vivos. Somos Los Planetas; ¡rechace imitaciones!», se despedía al terminar su último concierto el cantante del grupo, J. Es decir, el J real, no el actor que interpreta a J en ese filme que «no es una película de Los Planetas», ... pero utiliza su leyenda, parte de su biografía y hasta los nombres de unos artistas que, a pesar de la 'magia' cinematográfica, siguen siendo personas reales. Y unos músicos muy superiores a cualquier imitador.
Al parecer, no les ha gustado demasiado la decisión de Isaki Lacuesta, o de sus productores, de que fueran los actores de la película quienes tocasen y cantasen las canciones de la banda, en lugar de utilizar las originales. Una idea controvertida, aunque se base en motivos artísticos, porque al final en vez de rendir homenaje a unos músicos míticos, acabas fabricando un grupo tributo.
Y aunque el arte imite a la vida, es una guerra perdida porque siempre ganará la vida, como aseguraba esta semana Manuel Vilas en su visita a Santander. Siempre será mejor, decía, comerse una paella que escribir sobre comerse una paella. O disfrutar al Florent de verdad y no a su caricatura.
Porque últimamente el arte respeta muy poco a la realidad, o más bien, a la verosimilitud. Lo vemos en el mundo anglosajón, donde sin el menor rubor te plantan una reina de Inglaterra negra en pleno siglo XIX, por el motivo tan artístico de que no se puede discriminar a los actores 'racializados'. Así que, quién sabe… Hollywood y los Oscars hacen milagros, o sea que lo mismo dentro de nada nos acabamos tragando conciertos de Cristalino y Daniel Ibáñez, los actores de la película, y nos vamos tan contentos, sin pensar que nos están dando gato por liebre.
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