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La nueva ley alemana que legaliza el consumo recreativo de cannabis ha levantado una cierta polvareda –o humareda, para ser más exactos–, aunque detrás de la normalización de una realidad contra la que parece casi imposible luchar con cárceles y policías, lo que realmente se ... esconde es la voluntad de acabar con los 'daños colaterales' de una prohibición que, medio siglo más tarde, han resultado todavía más perniciosos que el mero consumo. Sin embargo, los 'industriales' del ramo llevan décadas demostrando no solo un carácter emprendedor a prueba de cualquier agencia antidroga, sino un ingenio y un espíritu innovador como para impartir masters.
Esta semana nos hemos enterado de que por fin nuestra región se ha puesto al día en asuntos de narcotráfico, o más bien de menudeo. Y es que hace ya varios años que en las grandes ciudades ya no existía el mercado callejero, el clásico camello apostado en una esquina, o el bar chungo donde los habituales iban a pillar. Demasiado riesgo, sobre todo para un negocio que depende tanto de la discreción.
Así que tomaron buena nota de las tendencias emergentes, y siguiendo el ejemplo de las empresas de entrega a domicilio empezaron a transformar su negocio mediante 'joint ventures' de lo más eficaces. Así me lo explicaron en París en 2021: el mismo motorista que te trae la pizza o la sopa wantun te puede traer una piedra o un gramo de lo que se te antoje. Vamos, que luchar contra esto es casi imposible. De manera que, si lo que realmente se pretende es acabar con el mercado negro, la única solución va a ser esa, liberalizarlo. Y que sea la propia economía la que devore el problema, como un banco de pirañas.
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