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Un refrán de mi abuela, a la que raro es el día que no evoco aunque lleve mucho tiempo sin citarla, era su manera de expresar en una sola frase, «ni tanto ni tan calvo», la idea del 'justo medio' tan execrada en estos turbulentos ... tiempos. Es alarmante la inconsciencia con que se trivializa una posible guerra mundial entre China y EEUU que nos involucraría a todos y tendría consecuencias inimaginables. Va a ser eso, que lo que no somos capaces de imaginar desaparece del radar de nuestras pantallas. En estos días la Cámara de Representantes –el Congreso americano– ha dedicado un fin de semana a practicar sobre un inmenso tablero un 'juego de guerra' entre las dos grandes potencias, con la asistencia de generales.
Según cuentan, algunos de estos generales manifestaron su convencimiento de que dicha guerra será inevitable y hay que prepararse para ganarla; echando así leña al fuego de un congreso donde Demócratas y Republicanos compiten por ver quién promueve medidas más drásticas contra China. Entre tanto, China no se queda corta, su presidente reafirma el derecho a integrar Taiwán, cosa que pretende llevar a cabo antes de retirarse del puesto, a la vez que pone en práctica sus propios juegos de guerra; no en un tablero, sino sobre el propio terreno.
La relación entre EEUU y China va a determinar muy significativamente el futuro de la humanidad en las próximas décadas, en el sentido de si será pacífico, próspero, y se coordinará la solución de problemas globales tan graves como el cambio climático; o si, por el contrario, será belicoso, ruinoso e irrespirable. No dejo de admirarme de la incapacidad de los humanos para protegerse de su propia estupidez.
La situación se ha agravado de tal manera que la Secretaría del Tesoro –ministra de Economía– ha salido a la palestra para calmar las aguas y asegurar la voluntad de llegar a acuerdos pacíficos con China. Más fácil decirlo que hacerlo ¡Dios nos coja confesados! La Secretaría del Tesoro propone un plan con objetivos contradictorios, por un lado pretende dar prioridad a los intereses nacionales de EEUU, y por otro tener una relación económica saludable con China ¿cómo se come eso? No, desde luego, con lo que afirma a continuación: las medidas para proteger la seguridad nacional, como controlar el mercado de chips electrónicos, no se toman para asegurarse una ventaja competitiva respecto a China o malograr su crecimiento económico. Como si no supiéramos que lo uno trae ineludiblemente aparejado lo otro.
El otro objetivo irrenunciable que menciona Janet Yellen es la protección de los Derechos Humanos, tal y como los ha formulado Occidente. Como si no tuviera claro que China discrepa sustancialmente de la formulación occidental. Y termina afirmando que EEUU no busca desenganchar su economía de la de China.
¡Quién lo diría! no solo parece ese su principal objetivo en estos momentos, sino que Yellen le pone a China una condición inaceptable para ella. Queremos una China cuyo crecimiento se ajuste a las reglas del juego establecidas por Occidente, una China muy beneficiosa para EEUU; no dice, pero se entiende, que quisiéramos una China que fuese como Taiwán. Eso de poner al contrario condiciones que sabemos no van a aceptarse, para acusarle a continuación de que no tiene voluntad de llegar a un acuerdo, es un recurso que no por manido ha dejado de cumplir su función.
Occidente ha puesto en marcha una III Guerra Fría para evitar una III Guerra Mundial. Pero ¿qué ocurriría si China fuera la ganadora de esta guerra fría? ¿Podemos creer que ello sería aceptado, bien que de mala gana, por Occidente? ¿Se habría evitado a fin de cuentas una guerra mundial? En definitiva, unas relaciones internacionales planteadas en estos términos son un juego de suma-cero; los esfuerzos unilaterales de una parte, para asegurar sus intereses, inevitablemente van a provocar inseguridad en la otra. 'Unilaterales' es ahí la palabra clave; se requiere un esfuerzo multilateral, bien concertado, para convertir la suma-cero en un 'win–win': ganancias mutuas superiores a las pérdidas de cada cual. Pero esto solo es posible si se posee un bien cada vez más escaso: confiabilidad; confianza en que cada parte cumplirá su parte del compromiso adquirido. ¡Oh tempora oh mores! que decía Cicerón. Qué tiempos aquellos y qué buenas costumbres.
Este tipo de compromiso no parece muy probable. La suma de las economías de Rusia y China es un 20% de la suma conjunta de los países occidentales. Incluso si China alcanzara el nivel económico de Japón seguiría estando muy por debajo. No va a ser nada fácil escapar de la era de confrontación estratégica en la que estamos metidos. No obstante, es de sentido común encontrar una salida, alguna forma de cooperación que evite a toda costa la confrontación bélica.
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