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La estrategia del ala más dura del PP, en connivencia con Vox, pareciera ser algo así como desmembrar el tejido industrial de Cataluña para rendir inviable el sueño húmedo de su independencia. Y si el País Vasco y Navarra no escarmientan ni aprenden la lección ... en cabeza ajena, ellos serían los siguientes. La ceguera del independentismo radical en las tres regiones, echando leña al fuego de dicha estrategia, se sumaría al sueño húmedo del hipernacionalismo español, caminando juntos hacia el abismo.
El referéndum ilegal no fue un intento de golpe de Estado sino un referéndum ilegal; la declaración de independencia, que duró unos minutos, tampoco fue un intento de golpe de Estado sino un brindis al sol, que si volviera a repetirse como prometen sería un nuevo brindis al sol. Lo que sí fue un intento de golpe de Estado, el 11 de febrero de 1981, fue la toma del Congreso por gente armada, sacar los tanques a la calle en Valencia y, de forma más dudosa, en Madrid, y tomar militarmente TVE; amén de negociaciones con diversas capitanías y la propia Casa del Rey. Un intento de golpe de Estado en toda regla, que fracasó. Equiparar esta intentona a la ley de amnistía es una burda maniobra desestabilizadora; es tensionar la atmósfera política hasta hacerla irrespirable, en lugar de limitarse al uso de los recursos institucionales y la vía legal.
No quisiera resultar reiterativo; pero una oposición frontal al gobierno, en todos los ámbitos, me parece un suicidio político del PP. Feijóo, como en su día Fraga, está obligado a soslayar el muro erigido por Sánchez y pactar, aunque sea en secreto, los grandes asuntos de Estado; aquellos que juegan a favor de los intereses de la ciudadanía en general. Por poner el ejemplo más reciente, la defensa del control nacional de la empresa más estratégica de España –Telefónica– no solo por su preponderancia en el vital sector de las telecomunicaciones, sino por ser una pieza clave de la seguridad y la defensa nacional, ahora puesta en almoneda por el accionariado de la empresa estatal de Arabia Saudita. Pero este es solo el último ejemplo, la oposición frontal se refleja en todos los demás asuntos de Estado; a destacar el conflicto territorial, la verdadera independencia del poder judicial, la reforma de la ley electoral… por no entrar en los intereses internacionales, donde la oposición solo parece preguntar: «decirme qué defendéis que me opongo».
Pero, abundando sobre el asunto, vuelvo al conflicto territorial: «Antes de los separatistas siempre actúan los separadores», dice un conocido articulista español y lo ilustra contando la siniestra historia del 'corredor Mediterráneo'; no cuenta la quizá más siniestra historia del 'corredor Cantábrico', que siempre que se ha planteado ha sido abortado. La red radial de los ferrocarriles españoles es todo un monumento al centralismo. Son los propios líderes territoriales del PP los que piden a Génova una estrategia de oposición más constructiva, teniendo en cuenta que está en juego la financiación de las Autonomías gobernadas por el PP y su quita de la deuda.
Entre esforzarse en cohabitar con un gobierno al que se tiene una extraordinaria antipatía (los más extremosos hablan de asco y repugnancia) y arrostrar cuatro años de frustraciones, con una beligerancia que desgastará más a la oposición que al gobierno (una axioma político de probada vigencia) está claro que la opción verdaderamente constructiva sería la primera, una opción 'win-win'. ¡Qué sorpresa! Pero, lamentablemente, lo que estimula la testosterona es la política destructiva, la actitud constructiva es cosa de feministas acomplejados.
Sánchez tiene muy definido su proyecto, del que lleva hablando mucho tiempo y que, con todas las contorsiones que le conocemos, está llevando a la práctica. Personalmente me parece inviable; pero de ahí a negarlo y quedarse en que solo le interesa seguir subido al machito, creo que al PP puede costarle caro. De hecho ya le ha costado esta investidura. Una amnistía pactada entre ambos no humillaría a nadie; pero esta obvia salida ni está ni se la espera. Si a Sánchez le sale bien la apuesta, cosa que dudo, nos cantaría otro gallo.
Las cosas así, caso de no salirle, con el resultado de que el PP logre echarlo a trompicones, estaríamos en la misma situación pero con las tornas cambiadas: el PSOE estaría cabreado como una mona y haciendo lo imposible para desbancar al PP. Y para que el proyecto de Estado del PP, sea el que fuere, fuese viable tendría que pactarlo con el PSOE. La pregunta del millón es: sabiendo como saben ambos que, respecto a los asuntos de Estado, dependen uno del otro prácticamente a partes iguales ¿por qué no pactarlo ahora de una vez? Mucho me temo que la respuesta es: porque ambos quieren tener la sartén por el mango y el mango también.
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