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A partir del final de la I Guerra Fría (c. 1990) se acuñó la idea de que el 'fin de la historia' llevaría a resolver por medios pacíficos tanto los conflictos nacionales como los internacionales. Como consecuencia, ello permitiría reducir progresivamente los presupuestos de guerra ... e invertir el 'dividendo de la paz' en requerimientos públicos más apremiantes.
En efecto, los miembros europeos de la OTAN nunca cumplieron el compromiso de invertir en defensa el 2% de sus respectivos PIB. En mi opinión, la paz fue un factor mucho más influyente en esta decisión que la existencia del ́paraguas ́ defensivo americano; la prueba es que el propio EE UU redujo el presupuesto de defensa del 8.5% del PIB en los años 60 a un 3,5% en la actualidad, una reducción superior al 50%. La Guerra de Ucrania ha venido a trastornar todo.
De pronto, los países europeos han entrado en pánico y no solo van a cumplir su viejo compromiso con la OTAN sino que Alemania, que por razones obvias no ha querido volver a ser una descollante potencia militar, ahora quiere recuperar en pocos años lo que no hizo en los 68 anteriores. Y no solo Alemania, la pacífica y pacifista Suecia ha renunciado a su discurso sobre la asombrosa eficacia del ̈poder blando ̈y el ejemplo moral entre sus convecinos, para solicitar su entrada en la OTAN con los consecuencias armamentistas que ellos traerá consigo. Mientras tanto, en el otro extremo del planeta, Japón, que hacía lo mismo que Alemania y por los mismos motivos, también planea una escalada militar que no va a frenarse ni ante el armamento atómico.
¿Y qué es lo que más preocupa a los gobiernos occidentales en este momento? Pues la negativa reacción de sus respectivos electores ante la escalada militar y las restricciones en servicios públicos que puede traer aparejada por aquello de balancear presupuesto y gastos.
Como en estos días hemos visto en Francia, nada produce una reacción popular tan negativa como la rescisión de derechos adquiridos. «Hagas lo que hagas no se te ocurra recortar los derechos sociales»; parecen aconsejarse unos a otros «la gente prefiere, sin pensárselo dos veces, una reducción del presupuesto de defensa a la mera posposición de la edad de jubilación».
El hecho es que hay que contener a Xi y a su belicoso amigo, si no se quiere llegar a un potencial acuerdo francamente desventajoso, tanto para los llamados países occidentales como para los económicamente occidentalizados. Es preciso enseñarle los dientes a China y Rusia y hacerlos reflexionar sobre cuáles serían las consecuencias de un enfrentamiento armado. O sea, librar la II Guerra Fría para evitar la III Guerra Mundial. El poder blando, puro y duro, no sería suficiente. Estamos ante el clásico conflicto irresoluble, tanto de puertas adentro como de puertas afuera.
De puertas adentro, los gobiernos intentarán pasar los recortes en beneficios sociales disfrazados de consecuencia de las sucesivas crisis económicas, y en buena parte no estarían mintiendo; pero, de paso, lejos de recortar el gasto militar incluirán en el paquete el aumento 'ineludible' de su presupuesto, alegando que estamos en guerra y ganarla siempre es una prioridad. De puertas afuera, el suicidio armamentista cada vez parece más verosímil; China no va a renunciar a sus aspiraciones de convertirse en la nueva potencia hegemónica y USA parece responderla diciendo que «por encima de mi cadáver».
Estamos metidos en un horripilante callejón sin salida. Visto lo ocurrido en Francia, no hay más que preguntarse cuál va a ser la reacción del público cuando se entere de que le piden economizar para sufragar la defensa nacional. Los gobiernos podrán argumentar que los gastos en defensa y los servicios asociados a ella promueven la creación de empleos para gente que, de otro modo, viviría en/del desempleo… Y al público le sonará a música celestial.
He comentado otras veces que la situación actual me recuerda cada vez más a lo que se vivió en el período de entreguerras mundiales; para mi está claro que la reacción de los países democráticos es un intento, que se me antoja desesperado, de evitar que ocurra lo mismo de entonces.
Quizá ahora se entienda mejor mi insistencia en que Occidente debe tener un plan muy bien pensado y diseñado, para recuperar la confianza del llamado Sur global: África, Oriente Medio, Asia Central, Sudeste Asiático y gran parte de América Latina. No les quede la menor duda de que están en juego los intereses vitales de nuestros países. Pero el asunto amerita ser tratado con más detalle en un nuevo artículo. La próxima semana si Dios quiere.
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