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Lo de la II Guerra Fría y Ucrania cada vez me recuerda más a una canción que los chavales del barrio –10 a 12 años– cantábamos al regreso del partido de infantiles: «¡Hemos ganao'/ el equipo 'colorao/ el defensa medio muerto/ y el portero 'escalabrao'!» ( ... el portero era yo).
¡Con qué lucidez, Dios mío! Pero es sabido que el brillo de los intereses creados ofusca las entendederas de los adultos.
Occidente se encuentra ante una de tantas contradicciones irresolubles: por un lado se niega a pagar el altísimo precio de desenganchar sus mercados del comercio con China y, por otra parte, quiere fortalecer la OTAN hasta recuperar el nivel alcanzado en el momento más álgido de la I Guerra Fría. Todo ello, sin afectar seriamente el bolsillo de los ciudadanos de a pie. Cualquiera de aquellos niños de mi barrio hubiera dicho «¡No sueñes despierto!», uno de nuestros latiguillos favoritos.
Empecemos por señalar el punto fuerte de Occidente. Lo único que hace que Occidente continúe siendo el corazón de la política internacional es su indiscutible capacidad de mejora. Su ideario liberal es tan exigente que, de hecho, nunca ha conseguido estar a la altura señalada por el listón, lo cual hace que parezca hipócrita cuando recomienda su adopción a los países del Sur Global; pero la hipocresía, en tanto que homenaje a la virtud, incita de por sí a ser virtuoso. Por más que Xi y Putin digan que la idea liberal ha devenido obsoleta, al liberalismo le quedan más vidas que a un gato.
El manifiesto líder de occidente, Estados Unidos, sigue gozando de muchas ventajas. Sus vastas capacidades materiales –energía, tecnología, industria agropecuaria– le permitirían convertirse en una autocracia sin mayores problemas. Su privilegiada situación geográfica sigue siendo única para jugar un papel decisivo entre Oriente y Occidente. Su habilidad para interactuar con los países occidentales y occidentalizados no ha sufrido gran mella, a pesar de los esfuerzos de Xi para dividirlos. Como famosamente dijo Huntington «América no es una mentira es una decepción; pero es una decepción porque es también una esperanza».
Ahora bien, la condición sine qua non para que estas realidades sigan en pie es que el mundo pueda seguir operando en paz. Aquello de «si quieres la paz prepárate para la guerra», erróneamente atribuido a Julio César, pero parido por Flavio Vegecio en el siglo IV de nuestra era, o sea, en las postrimerías del Imperio Romano, ni aplicó en su día ni mucho menos es aplicable hoy. Quienes se preparan para la guerra lo hacen porque se encuentran a la defensiva; pero los que sienten que el viento de la historia sopla a su favor, buscan operar en paz cueste lo que cueste. Siempre costará bastante menos que hacer la guerra. Veamos.
En un excelente trabajo de investigación, como todos los suyos, el Times de Nueva York expone la nueva estrategia de la OTAN. Ésta va a transformar la estrategia de contención de Rusia, consistente en la amenaza de drásticas represalias frente a una potencial agresión (la actual reacción frente a la invasión de Ucrania) y convertirla en una estrategia preventiva, consistente en aumentar drásticamente la presencia militar física en todas sus fronteras con Rusia. Aumentando, de paso, el número de países miembros de la OTAN, ya incrementado desde los 12 socios originales a los 31 actuales, y sumando. En términos reales ello supondrá la puesta en práctica del 'cerco y acoso' que Putin venía denunciando; ejemplo paradigmático de profecía autocumplida.
Ello supondrá duplicar los presupuestos de defensa de cada país miembro durante los próximos 10 años, así como contribuir con 4.000 a 5.000 soldados en cada uno de los ocho países fronterizos, con el fin de localizarlos allí permanentemente. Por otra parte, se habrán de poner al día las defensas aéreas de cada país miembro, que vienen deteriorándose desde 1992. La idea es tener 13 cuerpos de ejército, cada uno de entre 40 y 50.000 soldados, 650.000 en total, que puedan ser desplegados eficientemente en caso de crisis. Finalmente, el mando supremo de las fuerzas de la OTAN se transformará en un Puesto de Mando Unificado para coordinar todas sus fuerzas de combate.
EE UU, que en defensa abarca bastante más que la OTAN, hoy no consigue dividir el eje China-Rusia como hizo en los años 70 del s. XX; así, pues, pretende lograrlo mediante la derrota sin paliativos de Putin, facilitando, a continuación, la formación de un gobierno ruso dispuesto a desengancharse de China y reengancharse a Occidente. Europa, por su parte, pretende convertir la UE en un verdadero Estado transnacional capaz de tratar de tú a tú con USA y China. Allá por el s. XVI, España experimentó en propia carne el costo del Imperio de los Austrias; sus consecuencias se vinieron arrastrando hasta los albores del s. XX (1898). El costo del neo-imperio europeo no será menor.
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