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Se diría que es una contradicción en los términos, una contradicción en la que ya cayó Stalin al hablar de «socialismo en un solo país», y ha caído repetidamente el PSOE al aliarse con los nacionalistas periféricos en Cataluña y Euskadi. Es decir, que la ... contradicción dialéctica nacionalismo/internacionalismo está muy lejos de serlo en la realidad política; la más reciente instancia de dicha contradicción es el proyecto de Steve Bannon (ultranacionalista americano) de crear un movimiento internacional que aglutine a todos los movimientos ultranacionalistas que proliferan y prosperan por todo Occidente.
La visita de Tucker Carlson, embajador del Trumpismo urbi et orbe, al líder de Vox, y la subsiguiente visita de Abascal y Carlson a la enésima manifestación ante la sede del PSOE en Madrid, parece haber sorprendido a un determinado sector de la prensa. O son tontos o se lo hacen, porque nada resulta más lógico. Como antes Bannon, Carlson visita con asiduidad a los líderes ultranacionalistas europeos. Su visita más clamorosa suele ser a Víctor Orbán (Hungría) pero de forma más discreta se mueve por el resto de la Unión Europea y Gran Bretaña. Tanto Bannon como Carlson se cuentan entre los más vistosos ideólogos del ultranacionalismo estadounidense, han apoyado desde el primer momento el secuestro del partido Republicano por el Trumpismo, y pretenden utilizar a Trump para reconvertir el partido en un movimiento ultranacionalista.
El nacional-populismo de hoy y el nacional-socialismo del periodo de entreguerras tienen mayor afinidad ideológica de lo que pudiera parecer. Aquel terminó en tragedia y esta se repite como comedia; pero, salvando las distancias, tienen aspiraciones muy similares: el proyecto de aglutinarse en un movimiento supranacional. La II Guerra Mundial se produjo, entre otras razones, porque Hitler era un loco megalómano que los ideólogos nacional-socialistas creyeron posible controlar; pero la estrategia de estos era la de fomentar movimientos ultranacionalistas en cada país. Así ocurrió con el movimiento mussoliniano y con el franquismo falangista, así como con Salazar en Portugal y el gobierno de Vichy en Francia. Aunque no triunfara, también tuvo auge en EE UU con el famoso aviador Lindbergh y sir Oswald Mosley en Inglaterra. En todos los casos, movimientos con personalidad propia; no podía ser de otra manera, dado que el ultranacionalismo es esencialmente aislacionista y contrario a la intervención en problemas de carácter internacional. Que cada palo aguante su vela.
De lo antedicho pueden sacarse un par de conclusiones: la primera es que un triunfo de Trump en noviembre de 2024, otro fascista loco y megalómano, pudiera provocar una III Guerra Mundial. La segunda es que el europeísmo, cuyo ideal es un bloque europeo supranacional, ve como enemigo principal el ultranacionalismo aislacionista, que propugna una Europa de las naciones.
Ya sea por recurrir a medidas dudosas para mantenerse en el poder, ya sea por confundir la realidad con sus propios deseos, las maniobras de los partidos centristas europeos para contener a la extrema derecha pueden llevar en su seno la semilla de su caída en manos de esta. En España, el nuevo gobierno de Sánchez se dirige de cabeza a pagar un alto precio por sus dudosas alianzas con el independentismo; pero lejos de beneficiar al PP, la dudosa alianza de este con Vox puede terminar con un significativo número de españoles –enrabietados por la amnistía– echándose en brazos del partido más beligerante en la lucha contra el ultranacionalismo periférico. No hay mejor cuña que la de la misma madera. El abismo abierto a los pies de Sánchez pudiera tragarse también a Feijóo.
En Alemania, Scholz ha llegado a un 'acuerdo histórico' (¿les suena?) para recortar los beneficios sociales de los inmigrantes y acelerar los procedimientos para su expulsión; un giro radical contra su propia coalición, viejos partidarios de la inmigración. Una medida para frenar a la ultranacionalista 'Alternativa para Alemania', que juega claramente a favor de la que ya es segunda fuerza por delante del partido de Scholz.
En Francia, los partidos no saben qué hacer para frenar la irresistible ascensión de Marie Le Pen. Una situación muy similar a la de los demócratas americanos frente a Trump. Macrón también está tomando medidas, en este caso propias de Le Pen, contra el uso del velo por las estudiantes musulmanas. Una medida que se antoja desesperada y no mueve la aguja electoral a su favor, si no a favor de Le Pen.
Vean el penúltimo discurso nacional-populista de Trump y compárenlo con el discurso de Abascal: «El día de los veteranos de guerra he prometido que expulsaremos a los comunistas, marxistas, fascistas [?] y a los matones de la izquierda radical que viven como alimañas en los confines de nuestro país (...) y hacen todo lo posible, legal e ilegalmente, para destruir América y el sueño americano». Franco también prometió liberación… ¡Y trajo la dictadura!
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