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La infamia elevada al cubo con que Israel está respondiendo a la infamia que le infligió Hamás aquel infame 7 de octubre de 2023, pone de manifiesto que el verdadero objetivo de esta guerra no es tanto la extinción de Hamás como la extinción del ... asentamiento palestino en Gaza, mediante una operación de castigo a la población civil solo comparable a las que se llevaron a cabo durante la Segunda Guerra Mundial. Pero al contrario que en la Segunda Guerra Mundial, Israel no tiene ninguna intención de resolver un conflicto que dura más de 70 años. Para entenderlo, habría que remontarse a un período histórico bastante anterior: la colonización por los europeos de América del Norte, primero, de África y Asia central, después, y, en el siglo XIX, de China. Es decir, la rendición sin condiciones de los palestinos para imponerles las reglas del juego israelitas sin miramientos.
Los miembros ultraortodoxos del gobierno israelita van todavía más lejos, dicen que primero hay que reducir la población palestina de Gaza a un 10% de la actual (unos 250.000 de los 2,5 millones actuales) y luego se podrá hablar del futuro estatus del territorio. Pero no solo es Gaza, Israel está poniendo contra las cuerdas a la Autoridad Palestina (AP) que administra parcialmente su territorio en Cisjordania, también conocido como la orilla oeste del río Jordán, imponiendo dramáticas restricciones sobre las ya existentes en los territorios ocupados.
Según Los acuerdos de Oslo, Israel recolecta los impuestos en los territorios ocupados para luego transferirlos a la AP. Estos fondos han sido congelados por Israel desde el 7/10/ 23, lo cual asfixia económicamente a la AP que no tiene dinero ni para pagar el salario de sus funcionarios. La intención a más largo plazo es rendir inútil la propuesta americano-europea de un Estado palestino gobernado por la 'rendida inepta' Autoridad Palestina.
El ejército más poderoso de Oriente Medio aplastará a Hamás; pero Israel sabe muy bien que no vivirá en paz con sus vecinos árabes mientras no se resuelva satisfactoriamente el conflicto palestino. El sueño húmedo de un Gran Israel que vaya desde el río Jordán al mar Mediterráneo, lo que los gobiernos conservadores vienen persiguiendo desde la época de Sharon (2001-2006), no ocurrirá ni pasando por encima del cadáver de los gobernantes árabes; los aliados occidentales de Israel nunca van a consentirlo porque sería el fin del actual equilibrio en Oriente Medio. La victoria de Israel sería, más bien, como la de los aliados en la Primera Guerra Mundial: impusieron tales condiciones a Alemania que llevaron a la Segunda. Por ello los aliados aprendieron la lección y, tras la segunda, se aprestaron a reconstruir el país en lugar de repartírselo. Por otra parte, Netanyahu tiene sus días contados como primer ministro de Israel; su mandato no sobrevivirá al final de la guerra. Esto hace que no tenga ninguna prisa por terminarla y que Biden no confíe en Netanyahu para negociar la salida.
El problema es que ni Hamás ni Israel van a dar marcha atrás en sus posiciones. Hamás va a sacrificar hasta su último guerrillero antes que tirar la toalla; el ejército israelí tiene la capacidad técnica (IA, drones, etcétera) para exterminar hasta el último guerrillero emboscado en 'el metro de Gaza', y no parece dispuesto a parar hasta conseguirlo. Las cosas así, al contrario que en Ucrania donde lo más probable es un armisticio parecido al de Corea en 1953, aquí la solución sería un tratado que le dé salida satisfactoria al conflicto. Se ha hablado de una fuerza multinacional dirigida por Estados Unidos, en sociedad con europeos y países árabes, que gestione la seguridad en Gaza; pero también habrá que hacer algo al respecto en Cisjordania. Se habla también de una AP reformada, que reduzca su corrupción a los niveles habituales en la zona y que aumente significativamente su eficacia administrativa. Una vez negociados y firmados los acuerdos, se celebrarían unas elecciones para formar un gobierno palestino en unos territorios unificados. Y, por supuesto, se pondría en marcha un generoso 'Plan Marshall' para reconstruir Gaza. Démosles no menos de tres o cuatro años para alcanzar dichos objetivos.
Una reflexión de Gabriel Magalhães para terminar: «La ausencia de referencias éticas y espirituales de muchos occidentales les deja indefensos ante el conflicto de Gaza y sus horrores (...). Si el mal y el bien están presentes [en el interior de las personas] en Gaza e Israel (...) también están presentes en ti y en mí. Porque en las muchas guerras que vienen a la superficie en este conflicto aflora la lucha a muerte entre el Islam y Occidente. El mayor concentrado de odio de la historia de la humanidad: un gran río de sangre que corre por lo menos desde hace 1.300 años».
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