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Un mundo donde Trump o el trumpismo recupera el poder en USA, Bolsonaro hace lo propio en Brasil, los peronistas siguen controlando Argentina, Boric pierde el poder en Chile ante un Piñeira aupado sobre los hombros de la extrema derecha y lo mismo le ocurre ... a Petro en Colombia, en México AMLO sigue haciendo de las suyas y no hay cambios en Cuba, Venezuela, El Salvador o Nicaragua; en Europa, Johnson recupera el poder en el Reino Unido, Meloni se consolida en Italia, sin novedad en los frentes de Hungría y Polonia, en cambio en Francia ya gobierna Le Pen. Finalmente, en España, Sánchez vuelve a ganar las elecciones... O las gana Feijóo, pero formando gobierno con VOX y Abascal de vicepresidente; tras cuatro años de otro gobierno desastroso, VOX consigue el sorpasso y accede a la presidencia. En Occidente la democracia liberal se ha ido 'pal carajo' y los gobiernos occidentales, con objeto de evitar una tercera guerra mundial decididamente nuclear, pactan con los orientales una división del mundo en bloques, respetando las respectivas áreas de influencia; e imponen un armisticio tipo Corea 1953 entre Ucrania y Rusia. Como resultado del cual, Putin sigue al frente de Rusia (como la dinastía Kim en Corea).
Mi peor pesadilla, porque tiene visos de hacerse realidad bastante más de lo que imaginamos. Obviamente, es muy difícil que se realice en todos los casos; pero con que ocurra en los más decisivos sería suficiente para que el mundo entre en una nueva era, que si bien me recuerda a la situación que culminó en la Primera Guerra Mundial, entreguerras y Segunda Guerra Mundial, podría desembocar en una salida bastante peor que la de 1945.
Debo rectificar el dato de que el 85% de la población mundial dice confiar más en China y Rusia que en USA y UE, dato que he utilizado en la tribuna sobre Pax Americana (DM 13/3).
He revisado el estudio que publicó la muy confiable Universidad de Cambridge el 20/10/22 (consolidación de datos de 36 encuestas globales recogidos en 137 países) y compruebo que el porcentaje es del 70% para China y 66% para Rusia. Perdón por el lapsus de mi cada vez peor memoria; pero si son más de dos tercios de la población mundial los que tienen esas preferencias, mi inexactitud no cambia sustancialmente mis conclusiones sobre la necesidad de que Occidente recupere el prestigio perdido.
Para ello, hay que empezar restableciendo la credibilidad entre los propios ciudadanos occidentales; en general, ese, para nosotros precioso, 30% de la población mundial que nos tolera. Nuestra gente cree cada vez menos, no ya en nuestros políticos sino en nuestros líderes civiles: banqueros, empresarios, sindicatos, asociaciones, ONGs... Se sienten engañados y están convencidos, con razón, de que una vez más la salida de la crisis inflacionista y la quiebra de las finanzas públicas y privadas –esas deudas impagables– correrán a cargo de la sufrida clase media, es decir, cargando el importe sobre nuestras espaldas. Y, por si fuera poco, los líderes occidentales se han enfrascado en una nueva guerra fría que ha dado al traste con las esperanzas de que la democracia liberal había triunfado en toda la línea y, por tanto, aquello de que la guerra fuera la partera de la historia habría pasado a la historia. A partir de ahora, nos prometieron, los conflictos se resolverían en las mesas de negociaciones.
Lo que viene hoy no se parece a lo que vino hace unos 50 años. Tras las crisis de los setenta se produjo un cambio hacia el mercado libre a escala global; hoy ocurre lo contrario, una desglobalización acelerada. Las prioridades de los gobiernos occidentales son puramente mercantilistas, crecer a costa de los vecinos, un imposible metafísico. Dada la interconexión y la ubicuidad de la información hoy no es viable ocultar que el rey está desnudo ni dos telediarios. Otra cosa es que los enterados decidan mirar para otro lado, con conocimiento de causa. Nuestros gobiernos intentan tapar su desmudez con eslóganes vacíos.
No hay manera de que con estos mimbres Occidente pueda diseñar y realizar un plan capaz de reconquistar el favor del 70% señalado por Cambridge, origen de mi pesadilla. ¿Quién va a ocupar el vacío que se está creando en las instituciones liberal-democráticas? Los políticos actuales han elegido una vez más la ancestral salida de designar un enemigo exterior (nunca se ha encontrado nada que una más y mejor a los nuestros); en este caso, China y Rusia. Pero es que, de puertas adentro, tampoco parece que encuentren un plan eficaz para reconquistar la confianza de sus propios súbditos. Como nuestros países están divididos en sectas (antes tribus) irreconciliables, también han designado enemigos interiores. Como resultado, hoy todos los partidos han devenido populistas... Y el más populista de todos será el que probablemente termine por llevarse el gato al agua.
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