Secciones
Servicios
Destacamos
Madrid tenía una población similar a la actual de El Astillero, algo menos de veinte mil habitantes, cuando Felipe II la convirtió en capital permanente de España. Un año más tarde, en 1562, vino al mundo Lope de Vega, y cada dos décadas nacieron los ... otros dos grandes escritores y poetas del Siglo de Oro oriundos de La Montaña, Quevedo (1580) y Calderón de la Barca (1600). A poco de ejercer la capitalidad, ya se decía que «es Madrid ciudad bravía, / que entre antiguas y modernas / tiene trescientas tabernas / y una sola librería». Pero, dado que Lope y Quevedo, a quien Góngora llamaba Quebebo, eran clientes fijos de mesones, figones y todo lugar de riña y vino, algún poso literario quedaría. Desde entonces, las tabernas se multiplicaron y el mismo Lope, parece que con exageración, las cifraba en tres mil mientras aún corría el siglo XVI.
Cuatrocientos años después, a caballo entre los siglos XX y XXI, un proceso similar se daba en Santander. Si las circunstancias eran muy distintas, fue idéntico el resultado en cuanto a la explosión incontrolada de locales del beber y frecuente escandalera nocturna. Hasta finales de los años setenta y los primeros ochenta, en la entonces tranquila plaza de Cañadío, y en la vecina calle de Gómez Oreña, no había bares sino oficios de todo tipo: imprenta y encuadernación, ultramarinos, cristalería, taller de radiadores, obrador y despacho pastelero, peluquería, concesionario de automóviles y garaje, bodega de venta al por mayor o tienda de bicicletas y motos. Hoy, solo dos iglesias, la católica Santa Lucía y la evangélica de Cristo, resisten el asalto de bares de copas y restaurantes. Todo negocio distinto al hostelero ha desaparecido.
La tendencia continúa, crece y se extiende por la ciudad, pero es en el Ensanche, la zona en la que Cañadío, junto al Río de la Pila y Peña Herbosa, se convierte en el epicentro de la noche, donde adquiere su máxima expresión. Muere el comercio minorista, y casi enterrado está, devorado por el mucho bebercio, las grandes superficies, las compras por internet y las sucesivas crisis. Apenas sobreviven tiendas de barrio, puestos de amigo y la empresa pequeña y familiar de siempre. Es el signo de los tiempos. Al negocio que baja la persiana, y no permanece cerrado durante años, lo sustituye un bar. En el Madrid de los Austrias solo la proliferación de iglesias, según las malas lenguas, era comparable al de las tabernas –otra exageración– y del nuevo paisaje urbano en el centro de Santander bien puede decirse que solo los bares nacen y se reproducen.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Estos son los mejores colegios de Valladolid
El Norte de Castilla
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.