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L os cántabros han votado un cambio liderado por un Gobierno monocolor del PP y además han votado diálogo», dijo María José Sáenz de Buruaga al principio de su discurso de investidura. «Cantabria necesita un Gobierno fuerte para hacer el cambio político y el suyo ... no lo es porque no tiene mayoría», le replicó Leticia Díaz, la líder de Vox. «Tiene usted que ser fuerte, señora Buruaga, ¿qué pasará si el día 23 de julio hay una mayoría entre Vox y el PP? Nosotros le vamos a ser leales», terció Miguel Ángel Revilla, ofreciéndose como alternativa de emergencia en ese trance para evitar el acceso del partido de Abascal al Ejecutivo cántabro. «Señora Buruaga, su discurso está plagado de ideología de extrema derecha», sentenció un Zuloaga de rompe y rasga. El debate de investidura de la primera presidenta de Cantabria prefigura el cambio de papeles que exige el nuevo ciclo político a los cuatro grupos representados en el Parlamento.
Buruaga y bastantes miembros de su cúpula ya formaron parte del Gobierno y del Parlamento de la mayoría absoluta del PP de Ignacio Diego (2011-2015), el periodo de la crisis y los recortes, el de la política del retrovisor contra la coalición PRC/PSOE, el del batacazo al final de la legislatura. El PP de Buruaga ha mostrado un talante mucho más constructivo estos últimos años. Ha tenido con Vox una relación correcta y un alto grado de coincidencia en el debate parlamentario, y una oposición respetuosa con Revilla, al que ha ofrecido frecuentemente garantías de estabilidad gubernamental si rompía con el PSOE de Pedro Sánchez y Pablo Zuloaga.
Ahora el PP tratará de gobernar en solitario y en minoría. Si hay complicaciones ya se verá si deja entrar en el Gobierno a Vox o si prefiere como socio al PRC sin Revilla. Repetir elecciones es la última opción.
Vox se abstuvo hace cuatro años en la investidura de Revilla, su 'bestia negra', pero ahora ha descalificado de arriba a abajo a Buruaga, ha votado en su contra el viernes y parece que lo hará también mañana en la segunda votación que la convertirá en presidenta, todo lo cual chirría bastante. Vox es el partido que más ha crecido proporcionalmente en votos y en escaños desde la oposición más beligerante con Revilla por lo que llamó corrupción de baja intensidad hasta que estalló el gran escándalo en Obras Públicas.
Ahora quisiera demostrar a sus electores que puede ser útil a la sociedad en el Gobierno, con responsabilidades en la gestión y en la influencia ideológica. En Vox afirman que los cántabros no quieren incertidumbre sino estabilidad en el Ejecutivo, ni quieren tampoco al PP como cómplice de la corrupción regionalista. Vox clama por ingresar en el Gobierno, pero de momento el PP no se deja. Veremos después del 23J.
En el PRC, todavía en shock por el brutal derrumbe del 28M, es difícil entrever el rumbo a largo plazo. En la negra noche electoral, Revilla le dijo a Zuloaga que irían juntos a la oposición, al día siguiente otras voces regionalistas instaron al jefe a entenderse con el PP, luego la investidura le saldría a Buruaga casi gratis, más tarde el PRC envió al PP un largo pliego de condiciones inaceptable que enseguida se quedó en nada, luego enredaron en la elección de la Mesa del Parlamento, a continuación prometieron que no obstaculizarían la gobernabilidad de Cantabria… Tras el discurso de investidura de Buruaga, entre los consejeros de Revilla hubo quien agradeció a la líder popular su tono moderado y quien le reprochó su dureza.
En efecto, es difícil discernir si la trayectoria en zig-zag del PRC es una estrategia de despiste más o menos meditada, si es una consecuencia de la guerra entre familias desatada por la incierta sucesión o si prima el desconcierto. Ahora que el hiperliderazgo de Revilla durante tantas décadas se tambalea y el partido debe afrontar el relevo más importante de la historia autonómica de Cantabria.
De momento, Revilla fue la voz del PRC en el debate de investidura, la más ponderada de la oposición. Buruaga correspondió con un reconocimiento expreso del talante constructivo y responsable del presidente cesante a la hora de facilitar el cambio político dictado por las urnas.
En el PSOE también toca reciclarse después de verse desalojado del Gobierno regional y del poder en muchos ayuntamientos importantes. 'Nos ha fallado el PRC', se lamentan por las esquinas los más cercanos al aparato socialista. Y no les falta razón, pero la excusa suena vergonzante porque supone reconocerse como un partido dependiente del regionalismo desde hace 20 años.
Pablo Zuloaga presume de haber mejorado un escaño, la cuota que le ha tocado de premio en el desplome del PRC, y hace de la necesidad virtud: el PSOE será la única oposición contundente frente a la derecha del PP, de Vox… y a veces también del PRC. Para ese reciclaje se rodea de un puñado de leales polivalentes, que lo mismo le sirvieron en el Gobierno, que le acompañan en la oposición en el Parlamento o que ocupan los puestos de relleno en las listas de las elecciones generales que amenazan con liquidar el sanchismo este 23J. Tiempos difíciles.
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