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El líder del PP, Alberto Núñez Feijóo, ha acuñado el término de la derogación del sanchismo, que él mismo se propone ejecutar si las elecciones generales, dentro de seis semanas, le convierten en presidente del Gobierno de España. Al PP cántabro, ganador de los comicios ... autonómicos bajo el mando de María José Sáenz de Buruaga, le correspondería desmontar el revillismo, vigente durante 16 de los últimos 20 años, entre ellos los ocho últimos, y de momento se propone hacerlo con un Gobierno en solitario que no tiene la mayoría, así que no va a ser fácil.
Teóricamente, el PP lleva ventaja sobre un Revilla que se acerca desgastado hacia el ocaso, incluso discutido por los suyos y sin un sucesor claro en el horizonte, con el PRC tan desmoralizado por la derrota del 28M que renuncia a competir en las elecciones generales para defender el escaño de José María Mazón del que tanto ha presumido estos cuatro años.
Pero de momento no faltan las complicaciones. A las risas y la cordialidad de la primera reunión entre PP y PRC para negociar la investidura de Buruaga, que le iba a salir casi gratis a los populares, le ha seguido un primer borrador del regionalismo que propone a su interlocutor una larga secuencia de compromisos que más parecen los de un pacto de legislatura. Las palabras clave del documento regionalista son 'mantener' y 'vetar'. El PRC plantea al PP que hay que mantener los proyectos del Mupac y La Pasiega, la protonterapia, los planes de obras, carreteras y suministro de aguas, la cooperación municipal, las reivindicaciones del 'papeluco'… y otras muchas iniciativas de la anterior legislatura en todo tipo de materias. Y ya de paso, el PRC veta a Vox en cualquier acuerdo de gobernabilidad. O sea, como si no hubiera habido un 28M y el Gobierno Revilla no hubiese sido reprobado por los electores en favor del PP.
Cuando el viernes trascendió el documento del PRC, en las filas populares de toda la región cundió la intranquilidad, por no decir la indignación, ante la posibilidad de que la negociación de los dos partidos fuese por esos derroteros. Así que tras un silencio expectante, la dirección del PP quiso acabar con los equívocos y sosegar a la parroquia, y rechazó públicamente los planteamientos de máximos del PRC para propiciar la investidura.
El diálogo del PP con el PRC vuelve al punto de partida, pero donde antes había distensión ahora hay desconfianza. Puede que sólo sean las escaramuzas tácticas de cualquier negociación, pero en la cúpula popular enmarcan la colisión en las diferencias internas que se detectan en un PRC derrotado en el que el liderazgo de Revilla se tambalea.
Si finalmente el PRC se aleja del apoyo a la investidura, a lo mejor Vox se pone a tiro. Hace unos días, Santiago Abascal metía presión al decir que las conversaciones de PP y PRC para la investidura de Buruaga es un síntoma de continuismo político, no de liquidación del revillismo. Emilio del Valle también hurga en la herida del PP por renunciar a construir la alternativa política en Cantabria con Vox para pactar con el pasado corrupto.
A Vox Cantabria le pide el cuerpo una investigación parlamentaria sobre la denominada corrupción de baja intensidad del Gobierno Revilla durante la pasada legislatura y sobre el gran escándalo de Obras Públicas. El PP prefiere la fórmula más liviana de la auditoria, porque las comisiones del Parlamento le traen malos recuerdos. En el periodo 2011-2015 promovió las de GFB y Cantur/Racing con mucho ruido y pocas nueces. La pieza de caza mayor que perseguía era Revilla y se salió de rositas con la conocida estrategia del líder regionalista de que él no sabía nada porque todo era cosa de los consejeros; a Javier López Marcano le amargaron la existencia pero finalmente salió absuelto de todo; al popular Ildefonso Calderón la broma le costó la Alcaldía de Torrelavega y, al final de la legislatura, los veinte diputados de la mayoría del PP de Ignacio Diego se quedaron en trece y fueron condenados a la oposición.
A la expectativa del escenario que propongan las elecciones legislativas en torno a las relaciones con Vox y de cómo evolucionen los tensos contactos con el PRC, el PP insiste en la idea de gobernar en solitario con acuerdos eventuales con los partidos opositores.
Gobernar en minoría no es una novedad. PRC y PSOE pueden impartir un máster de fina fontanería política sobre su desempeño en la legislatura 2015-2019, cuando con una bancada de 17 escaños negociaron con Podemos la investidura de Revilla y el primer presupuesto, dos cuentas más con Ciudadanos y una cuarta con el diputado Carrancio, tránsfuga del partido naranja.
El PP quiere evitar lo que sucede a menudo en los partidos que ganan las elecciones: la desbandada general hacia el Gobierno. Los populares dicen que no dejarán que se diluya el papel del partido y que mantendrán en el Parlamento gente de peso que tendrá que hacer encaje de bolillos para buscar acuerdos que protejan al Ejecutivo, al menos mientras esté en minoría. La marejada de estos días sugiere una travesía complicada.
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