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Es de sobra conocido que en la vida no todo es blanco o negro; por suerte o por desgracia, la vida está llena de grises, esto es, de matices. Esto también ocurre en la economía, donde todo, absolutamente todo, está sujeto a interpretación. En este ... sentido, y en relación con el mercado de trabajo, he subrayado en distintas ocasiones su buen comportamiento en la España de 2023, lo que no es óbice para que, también con frecuencia, me haya referido a algunos de sus muchos problemas. Uno de estos, que normalmente se pasa por alto –pero que una reciente monografía del IVIE ha sacado a la luz– es el del coste social del desempleo.
Preocupados por el nivel que este alcanza en el país, solemos prestar menos atención a algunas de las características que le rodean, tales como su duración o el sexo y la edad de los desempleados. Estas características, sin embargo, son fundamentales para comprender la gravedad del problema, pues no es lo mismo una determinada tasa de paro distribuida equitativamente entre hombres y mujeres, jóvenes y mayores y un paro de corta duración, que una tasa muy escorada, como sucede en España, en contra de las mujeres y de los mayores y relativa a un paro de larga duración. Con más precisión, y tal y como recoge la mencionada monografía, «son las personas mayores de 45 años, que llevan más dos años desempleadas, no perciben ninguna prestación, tienen un nivel educativo medio-bajo y son, mayoritariamente, mujeres, las que cargan con la mayor parte del peso» del coste social del desempleo.
Cualquier tipo de desempleo conlleva, lógicamente, una pérdida de bienestar para el que lo padece y, por ende, para la sociedad. La cuantificación de esta pérdida no es sencilla, pero el IVIE la estima tomando en consideración tres dimensiones: la incidencia del paro, su severidad y lo que técnicamente se conoce como histéresis. La incidencia se mide a través de la tasa de paro; la severidad es el resultado de combinar la duración media del desempleo con la renta perdida por estar parado, que es la diferencia entre el salario que se percibiría de estar ocupado y la prestación que se percibe, si alguna, al estar parado; y la histéresis se refiere a la probabilidad que tiene un trabajador de seguir parado, probabilidad que aumenta a medida que crece la duración del desempleo.
Pues bien, teniendo en cuenta estas tres dimensiones del desempleo, la monografía citada pone de relieve que si bien es cierto que entre 2015 y 2018 la tasa de paro del país se redujo en torno a un 10%, la duración media del paro aumentó alrededor de un 25%, y el coste social del desempleo se incrementó más del 70%. Aunque desconocemos lo sucedido en estos últimos años, parece poco probable que factores tales como la pandemia, la guerra de Ucrania o, más recientemente, la guerra en Gaza, hayan contribuido a mejorar las cifras reseñadas; probablemente, habrán empeorado. En consecuencia, y analizado el problema desde esta perspectiva, es evidente que había y hay pocos motivos para sentirse satisfecho con la caída de la tasa de paro. Esta es, cómo no, importante, pero no desvela muchos de los problemas (tragedias) que están detrás de la misma.
Un elemento de preocupación adicional es el que se manifiesta en forma de diferencias por comunidades autónomas. Tomando como referencia el año 2018, se comprueba que, aunque las disparidades regionales en las tasas de paro son ya de por sí muy pronunciadas, resultan aún más agudas cuando se refieren al coste social del desempleo. En efecto, mientras que las tasas de paro de las comunidades que las tienen más elevadas (Extremadura y Andalucía) duplican las de las regiones con las tasas más bajas (Aragón y Madrid), el coste social del desempleo de Andalucía (la comunidad con el nivel más alto) multiplica por cinco al de Navarra (que es la comunidad con el nivel más bajo). Por fortuna para los cántabros, nuestra región se sitúa en ambas magnitudes por debajo de la media nacional: unos diez puntos en el caso de la tasa de paro, pero unos cincuenta puntos en el del coste social del desempleo.
La conclusión de todo lo expuesto me parece obvia: aunque estemos reduciendo la tasa de paro, la lucha contra algunas de las características negativas del desempleo (su larga duración y cebarse en las mujeres mayores) debe proseguir.
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