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El comienzo de una nueva legislatura en Cantabria parece el momento apropiado para pasar revista a su situación económica y perspectivas (retos) a corto y medio plazo. Esto es lo que hizo este diario el pasado 23 de julio y esto es, asimismo, a lo ... que quiero dedicar esta columna, intentando hacerlo de la manera más objetiva posible.
Pese a los perniciosos efectos de la pandemia y la guerra en Ucrania, la economía cántabra, al igual que la española, ha recuperado en el año en curso el nivel de PIB que tenía cuando se produjo la explosión del coronavirus. Aunque haya quien pueda considerar que esto es un fracaso total, yo soy de los que piensan que, con la que ha caído, era complicado, por no decir imposible, obtener mejores registros. Y lo digo porque, a pesar del fuerte retroceso del PIB anotado en 2020, derivado de una estructura productiva muy sesgada hacia los servicios turísticos, más en España que en Cantabria, la actuación pública ha permitido salvar los muebles con, me atrevo a decir, bastante éxito. Un éxito, por cierto, que se muestra también en el comportamiento positivo del mercado de trabajo y en el desmentido continuado sobre la inminente llegada de una recesión. En cualquier caso, que cada cual juzgue.
Dicho esto, es evidente que la situación económica regional es manifiestamente mejorable y que, sólo si logramos mejorarla, seremos capaces de reducir la brecha de renta per cápita que nos separa de la media nacional y que, en esencia, se ha mantenido estable en los últimos años. Así es, en efecto, pues, aunque hemos crecido un poco menos que la referida media española, ocurre que, como también nuestra población ha exhibido un menor dinamismo, el diferencial en contra de la región apenas ha experimentado modificación alguna.
La forma de mejorar nuestra economía pasa, sin lugar a dudas, por ser más productivos y competitivos, y aquí es, claro está, donde se presentan los retos al nuevo gobierno regional. Cinco son, al menos, las patatas calientes con las que tendrá que lidiar: formación profesional, infraestructuras, estructura productiva, fiscalidad y capital social.
Como profesor de Economía, ceo que el primer reto tiene que ver con la formación y aprovechamiento de nuestro capital humano: dejando la cuestión salarial aparte (que, no lo olvidemos, es fundamental) no puede ser, como informaba el artículo del DM arriba mencionado, que más de 30.000 personas estén apuntadas al Servicios Cántabro de Empleo y que, simultáneamente, los empresarios no puedan cubrir los puestos de trabajo vacantes. Algo habrá que hacer.
En materia de infraestructuras seguimos, pese a los avances logrados, mal comunicados con el resto del país, tanto en lo que atañe a las personas (la alta velocidad a través de la meseta y la conexión rápida con Bilbao siguen sin concretarse) como a las mercancías. Si el futuro del transporte pasa por el tren, la tarea que tiene por delante el nuevo ejecutivo regional es ingente.
La estructura productiva de Cantabria, que es más equilibrada que la nacional (menos peso de los servicios y más de la industria), sigue siendo bastante deficiente, tanto porque la industria ha perdido mucho brío y se enfrenta (sobre todo la gran industria) a grandes retos (el energético no es desdeñable), cuanto porque los servicios son, en su conjunto, escasamente productivos. Así las cosas, ¿cómo se conseguirá que, durante esta legislatura, el peso industrial alcance el 25% del PIB regional? No lo sé y, la verdad, lo veo complicado.
También veo complicado el tema fiscal pues, a priori, lo que se pretende es la cuadratura del círculo: bajar impuestos y reducir deuda. El argumento que se utiliza es que tal bajada reactivará la economía y, por lo tanto, aumentará los ingresos fiscales. Como este argumento, lo he señalado en varias ocasiones, está totalmente desacreditado por la evidencia empírica de los países en los que se ha aplicado esta medida, me temo que la única salida sea el recorte de servicios y prestaciones sociales. Como dicen los pedantes, y algo debo tener de ello, wait and see.
Por último, todo lo que se pretende hacer requiere de colaboración entre gobierno, sindicatos y patronal. Y aquí, si bien es cierto que la paz social es un activo del que podemos presumir, hay que reconocer que la colaboración es, como la situación económica, manifiestamente mejorable. ¿Será ahora distinto? ¿Aprovecharemos mejor nuestro capital social? Ojalá
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