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A pesar del aumento de los salarios nominales, los salarios reales han caído en prácticamente todos los países de la OCDE. En muchos de ellos, los beneficios han aumentado más que los costes laborales, contribuyendo así a elevar más los precios internos y provocando una ... disminución del peso del trabajo en la renta nacional. Si bien es cierto que las transferencias públicas y el apoyo fiscal han aliviado un tanto la pérdida de poder adquisitivo de los trabajadores, esta ha sido particularmente grave en el caso de los trabajadores de bajos niveles de renta, porque tienen menos margen para hacer frente al aumento de los precios mediante el recurso al ahorro y/o al crédito y porque se enfrentan a tasas de inflación más elevadas, ya que una parte sustancial de sus gastos se destinan a energía y alimentación».
El párrafo anterior no es cosecha propia, sino una traducción, creo que fidedigna, de parte del resumen ejecutivo del Employment Outlook 2023 publicado recientemente por la OCDE. Lo que se dice en el mismo se cumple a rajatabla en el caso español, circunstancia que desautoriza a quienes, tratando de pescar en río revuelto (a veces, por desgracia, con mucho éxito), niegan lo que se ha dado en llamar greedflation (inflación por avaricia) y cargan contra los aumentos nominales de salarios, como si fueran estos los causantes de la inflación de segunda ronda y de que la subyacente sobrepase a la global.
Para ser más precisos, y dar al César lo que es del César, veamos algunos datos concretos extraídos del mencionado estudio, y siempre con relación a los periodos para los que el mismo ofrece información. Para empezar, es conveniente subrayar que, entre el primer trimestre de 2019 y 2023, los costes laborales en España subieron aproximadamente un 10% mientras que los beneficios lo hicieron por encima del 13%. En cuanto a los salarios, y considerando ahora la variación acumulada entre el cuarto trimestre de 2019 y el mismo trimestre de 2022, cabe señalar que, expresado en términos nominales, el crecimiento se situó en torno al 8%, mientras que en términos reales sufrieron una caída superior al 4%; por desgracia, esta dinámica negativa se mantiene también si comparamos lo sucedido entre los primeros trimestres de 2022 y 2023, periodo en el que los salarios nominales crecieron por encima del 4% pero los reales cayeron un 1%. Por último, si nos referimos a la evolución del salario mínimo interprofesional (SMI) entre diciembre de 2020 y mayo del año en curso, hay que decir que, gracias a las políticas desarrolladas al efecto, las cosas rodaron un poco mejor para sus perceptores, pues el SIM se mantuvo estable en términos reales (es decir, no perdió poder adquisitivo) gracias a que aumentó nominalmente algo más del 13%.
Aparte de constatar la pésima evolución de los salarios reales en España y resto de países miembros de la OCDE, el informe mencionado presta especial atención al impacto sobre el mercado de trabajo de la inteligencia artificial (IA). Aquí, por desgracia, el análisis se basa menos en la disponibilidad estadística existente, que es muy escasa, y más en hipótesis siempre discutibles. En cuanto a los datos, lo que se constata es que, al menos hasta ahora, el uso de la IA no ha tenido un efecto muy significativo sobre el empleo; a partir de ahí, como he dicho, y en mucha mayor medida que cuando se examinaban los efectos de la digitalización, globalización y/o envejecimiento demográfico, todo son hipótesis sobre lo que puede suceder. Partiendo del hecho de que la IA puede transformar nuestra sociedad y la forma en la que trabajamos, es probable que su impacto pueda ser tanto positivo como negativo: positivo porque permitirá automatizar tareas repetitivas, incrementará la eficiencia y la productividad, y permitirá disponer de más tiempo libre a los trabajadores; negativo porque las máquinas y los algoritmos pueden desplazar a muchos trabajadores de tareas previamente desarrolladas por ellos, lo que podría propiciar una caída de salarios y de oportunidades de encontrar un empleo. En consecuencia, y hoy por hoy, lo único que la OCDE se atreve a pronosticar es que el impacto neto de la IA sobre el mercado de trabajo es ambiguo, y tanto más problemático cuanto menor sea el nivel de cualificación del trabajador.
Conclusión, y esto lo digo yo, si queremos revertir las perdidas salariales y salir airosos del uso masivo de la IA, la única alternativa posible es regularla y elevar sustancialmente la formación del capital humano.
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