Secciones
Servicios
Destacamos
No sé si el vocablo que lleva por título este artículo constituye una característica innata en el ser humano o si, por el contrario, es algo que vamos adquiriendo a medida que pasan los años. Lo que sí sé es que, a mí juicio, es ... un defecto que comparten la inmensa mayoría de las personas que tienen algún tipo de responsabilidad pública en nuestro país, sea esta política, sindical o empresarial.
De acuerdo con el diccionario de la RAE, procrastinar es sinónimo de diferir o aplazar. Y esto, procrastinar, es algo que, no cabe ninguna duda, bordan las personas que forman los grupos antes mencionados. Sea cual sea la decisión que tienen que tomar, esta tiende a demorarse en el tiempo mucho más de lo que los ciudadanos de a pie estimamos que podría ser razonable. Los motivos que explican, pero que nunca justifican este comportamiento son, seguramente, muy variados y difieren de unos casos a otros, pero me parece que todos ellos tienen un elemento en común, que no es otro que el tratar de obtener algún tipo de ventaja en la negociación, o ausencia de la misma, que casi siempre implica tomar una decisión.
Ejemplos de procrastinación los tenemos a espuertas, sobre todo en los ámbitos anteriormente citados. En el de la política, todos recordaremos que uno de los últimos presidentes del país era un artista en la materia, hasta el punto de que muchos temas se pudrían siguiendo la máxima de que 'el tiempo lo arregla todo'; es, claro está, una forma de hacer política, pero no creo que sea la más adecuada. Siguiendo en este mismo terreno, hay materias en las que se ha procrastinado tanto (la renovación del Consejo General del Poder Judicial) y por todas las partes que han llegado incluso a ser motivo de llamada de atención, y podrían serlo de sanción económica, desde instancias europeas.
Pero el motivo de abordar ahora el asunto de la procrastinación se debe a que, recientemente y en contra de la que dejaban traslucir los medios, los sindicatos y la patronal han alcanzado un acuerdo salarial para los próximos tres años. Con independencia de los principales términos del mismo (incremento del 4% en 2023 y del 3% en 2024 y 2025, con una cláusula de revisión del 1% en función de la inflación), no me cabe ninguna duda de la bondad del acuerdo pues, a priori, garantiza un periodo de tranquilidad y paz social muy necesario en los convulsos tiempos que nos toca vivir.
Si el acuerdo salarial es bueno, y lo es, lo llamativo, lo verdaderamente llamativo, es que no se haya producido mucho antes. Teniendo en cuenta que, como en cualquier acuerdo, las dos partes en litigio han tenido que ceder en sus posiciones, ¿cómo es que no lo han hecho antes? ¿Cómo es, por poner otro ejemplo cercano, que, en la reciente huelga de Aspla, se haya tenido que esperar tanto para encontrar una salida a la misma? La verdad es que es difícil de entender, sobre todo sabiendo, como por fortuna o desgracia sabemos, que la procrastinación, la demora en alcanzar acuerdos, perjudica a todas las partes en conflicto y, por extensión, a toda la sociedad. El referido caso de Aspla debería ser un ejemplo negativo a tomar en consideración (¿qué ha ganado la empresa y qué han ganado los trabajadores con la huelga?), como lo debería ser el no haber llegado a un acuerdo salarial a escala nacional mucho antes.
Entiendo que todos y cada uno de nosotros intentemos llevar el agua a nuestro molino siempre que tenemos algo en juego, esto es, que hemos de tomar una decisión; lo que no entiendo es que nos empecinemos tanto, sobre todo los políticos, los sindicalistas y los representantes de la patronal, en mantener posturas cerriles que, sabemos, antes o después, tendremos que abandonar. Entiendo también que es difícil calibrar a priori los costes de ceder en una negociación, o de empecinarse en no negociar, pero, si la experiencia sirve para algo, debería serlo, tanto en asuntos políticos, como económicos o sociales, para aprender de los errores cometidos y no volver a caer en los mismos o en otros similares. Claro que, según el dicho, el hombre es el único animal que tropieza dos veces (y doscientas) en la misma piedra. ¿Cómo se explica, si no, que en un caso mucho más grave, la guerra en Ucrania, las partes sigan sin sentarse a negociar?
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.