Actos, fastos y gastos

Es muy discutible deducir que el hecho de que un político no participe en acto público alguno implique inactividad en sus funciones. La clave del reproche está en lo habitual en los últimos años en esta región, en la que muchos consejeros, y especialmente su presidente, se entregaron a una sobreexposición pública y mediática sin parangón con cualquier otra comunidad. El propio Pablo Zuloaga desarrolló una intensísima actividad, destinada a potenciar su popularidad entre la ciudadanía –lícitamente, como delegado del Gobierno, primero, y como vicepresidente de Cantabria, después–, posiblemente convencido de que era la clave del éxito de su socio, el entonces presidente.

Los ciudadanos demandan de los cargos públicos gestión, y eso es algo que exige muchas horas de trabajo en los despachos. El tiempo dedicado a actos con escaso fuste, con el único propósito de salir en los medios, celebraciones, romerías y otros fastos, es tiempo restado a la administración. Por mucho que en ocasiones el ciudadano valore ver de cerca o estrechar la mano del político, su sitio está, prioritariamente, en el despacho.

En directa relación con la actividad que desarrollan los cargos públicos, este periódico publicaba el pasado lunes los gastos en dietas de los miembros del actual Gobierno y del anterior. Supimos que el actual ha gastado la mitad que el anterior en el mismo período de tiempo, seis meses, y que quien más gastó fue Pablo Zuloaga. Aunque lo que más llama la atención son las cifras, cabe interpretar también que quien más gasta es, posiblemente, quien más actividad desarrolla. Lo ideal es un equilibrio entre austeridad y actividad. En definitiva, pedimos resultados, buena gestión.