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La realidad es tozuda, y lo evidente, incuestionable. Los números no admiten discusión. «La economía de Cantabria cae medio punto en el tercer trimestre, pese al gran verano turístico», titulaba en su primera página, anteayer, este periódico. Una reducción global del PIB del 0.5%, ... con una clave en el desplome de la industria de un 2.4%. Datos que los entendidos en la materia califican sin paliativos de «muy negativos», y que nos sitúan a la cola del país en cuanto a dinamismo económico. La realidad ha echado por tierra, incluso, las previsiones de organismos como la Airef, que pronosticó un raquítico crecimiento del 0.2% para ese último trimestre de 2023, que la realidad ha venido a empeorar en nada menos que siete décimas.
No hace falta ser un experto economista para entender que las pésimas cifras no llegan de la noche a la mañana, sino que son la consecuencia de un proceso mucho más largo que un trimestre, un semestre, o un año. Cantabria lleva demasiado tiempo sumida en la parálisis, en la autocomplacencia de gobiernos que han vivido en las nubes, dedicados al festejo, la propaganda y la colocación de amigos, con un presidente que publicaba a los cuatro vientos la «esplendorosa» situación de la región, camino de situarse «a la cabeza de España». Bien, pues ya estamos los primeros, pero en empobrecimiento.
Mientras, los empresarios siguen pidiendo un plan de futuro, unos objetivos precisos. Claman en el desierto. Desierto, porque la misma información apuntaba que Cantabria fue la comunidad con menor inversión exterior de toda España. La Rioja -una región comparable en tamaño y población- atrajo 18 veces más. Espero que además de confirmar los pésimos datos, y lamentarse por la herencia recibida, el consejero de turno tenga pensado hacer algo más para frenar esta debacle…
Reflexión aparte merece el dato de los servicios, con la hostelería como principal referencia. Una región que lo ha fiado todo al turismo, apenas logra aportar un paupérrimo 0.1% de crecimiento en la temporada alta de verano. La región abarrotada de turistas hasta la asfixia de los locales, ¿para ese parvo beneficio? ¡Qué desastre tan esplendoroso!
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