Jóvenes pesimistas (con razón)

Son muchos los jóvenes que, tras salir de la universidad con su título bajo el brazo, reciben ofertas de trabajo, incluso de empresas multinacionales de prestigio, que se ven obligados a rechazar. ¿La causa? El salario que les ofrecen no les da para vivir en ciudades como Madrid.

Esta semana conocíamos, por medio de este periódico, que en Cantabria es preciso destinar seis años y medio de sueldo íntegro para poder acceder a una vivienda. Aunque habrá quien vea el vaso medio lleno, pensando que peor lo tienen en Baleares, donde precisan 18 años, o en Madrid con más de nueve, las cuentas hay que hacerlas de otro modo. Tomando como referencia la prudente recomendación de las entidades financieras de que una hipoteca no suponga más del 30% del salario mensual –hay otros muchos gastos que atender– nos ponemos en nuestra región en más de 20 años. Pero además, con el metro cuadrado construido a 2.871 euros, son muy pocos los menores de 30 años que pueden permitirse esa inversión, teniendo en cuenta la remuneración que perciben.

Es una evidencia que el acceso a la vivienda es más difícil hoy que hace una década. Me atrevo a decir que más que nunca proporcionalmente, a causa de los bajos sueldos. Es inconcebible que una juventud cada vez mejor formada cobre menos de lo que percibían sus padres, no vea expectativas de una mejoría sustancial en el futuro y tenga que asumir que vivirá peor que sus progenitores. Lógico y fundado su pesimismo. Y muy grave, porque su futuro es el de este país.