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Lo que debiera haber sido –y durante los últimos 44 años siempre fue– una fiesta de celebración del cumpleaños de la Constitución, se convirtió –en Santander y en Madrid– en una nueva e intolerable escenificación de la alta tensión política de estos tiempos, el frentismo ... y el partidismo por encima de todo. En el Parlamento cántabro, su presidenta, la popular María José González Revuelta, convirtió lo que correspondía, un discurso institucional con la Carta Magna como eje, en una severa crítica al presidente del Gobierno Pedro Sánchez. Por muy justificados que estén los temores que suscitan las amistades peligrosas del líder socialista, no era el día ni el lugar. Tiene la presidenta los otros 364 días del año para hacerlo, sin perder de vista la condición del cargo que ostenta.
El discurso enervó al líder de los socialistas cántabros, Pablo Zuloaga, que calificó de «injustificable» la utilización de un «atril institucional» para una alocución que tildó de partidista. Vio Zuloaga la paja en el ojo ajeno, obviando la viga en el propio, representada por la intervención ese mismo día de la presidenta del Congreso, Francina Armengol, que en el Día de la Constitución volvió al discurso partidista que ya había protagonizado en la solemne sesión de Apertura de las Cortes.
El principal problema que tenemos los españoles con nuestros políticos es que han llegado a un nivel de egolatría y autocomplacencia tal que anteponen sus visiones e intereses partidistas a lo que debiera ser su verdadero objetivo: el interés general de los ciudadanos. Y como lo suyo es lo único relevante, convierten en un mitin de partido todas sus intervenciones. Urge una profunda reflexión por parte de todos ellos, porque, según el Informe España de la Universidad Pontificia de Comillas, vivimos el momento de mayor desafección de los últimos 30 años por parte de los jóvenes hacia los políticos. El 80% de los menores de 30 años no se sienten escuchados, es más, se sienten engañados. Un escenario muy peligroso en el que pueden prender populismos de todo signo. Así que, señores políticos, más respeto, más escuchar, más dialogar, y menos mítines.
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