![Ni queremos, ni debemos olvidar](https://s1.ppllstatics.com/eldiariomontanes/www/multimedia/2024/02/18/Imagen%20GF5DQW31-knbC-U2101566947865qaE-1200x840@Diario%20Montanes.jpg)
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Un estruendo potente y seco interrumpió la concentración de los redactores en sus pantallas. El ordenador se elevó unos centímetros de la mesa y volvió a caer, al mismo tiempo que una nube de polvo y yeso desde el techo. Un silencio sepulcral reinaba en ... la calle. A los pocos pasos, un pedazo de neumático anunciaba el dantesco espectáculo de unos metros más allá, a la altura de la tienda-bar de Remigio. Una furgoneta policial destrozada, abrasada, oxidada, como si hubiera pasado décadas en un desguace. Parecía increíble que sus ocupantes hubiesen podido sobrevivir. Otras tres personas que pasaban por la zona no tuvieron tanta suerte. Tres muertos y una veintena de heridos. Y pudo ser aún peor, porque a escasos metros llegaba el autobús, que tenía la parada en ese lugar. Justo cuando tomamos conciencia de lo que había sucedido, llegó el primer coche policial.
Así vivimos en la Redacción de El Diario Montañés el atentado de la tarde del 19 de febrero de 1992 en La Albericia. Tal día como hoy, hace 32 años, cuando un coche bomba de la banda terrorista ETA fue explosionado al paso de un furgón de la Policía Nacional. Los agentes que viajaban en él salvaron milagrosamente la vida. Eutiquio Gómez y su esposa Julia Ríos, que paseaban por el cruce, fallecieron en el acto, al igual que el joven Antonio Ricondo, parado en el semáforo. Otra veintena de personas resultaron heridas, y todo un barrio de los más modestos de Santander –mi barrio– sufrió el impacto emocional del terror. El pánico de pensar que le podía haber tocado a cualquiera de ellos, a alguno de sus hijos o familiares. Pudo haberme tocado a mí, que vivía a 60 metros del coche bomba, y desde el periódico tenía que pasar obligatoriamente por allí…
Han pasado 32 años, pero ninguno de los que vivimos aquel atentado terrorista lo hemos olvidado. ¡Qué decir de las familias de los que fueron vilmente asesinados! ¡Qué decir de los policías y vecinos heridos, algunos de los cuales han arrastrado durante el resto de sus vidas las secuelas de la barbarie! Ni podemos, ni queremos, ni debemos olvidar. No se trata de sed de venganza. No es cuestión de revanchismo. No denegamos el perdón a los asesinos que, por cierto, hace muchísimo tiempo que ya están en la calle. Esa indulgencia es una decisión personal de cada uno, pero resulta muy difícil perdonar a quien no ha reconocido su culpa, no ha mostrado arrepentimiento, ni ha solicitado ese perdón. Antes bien, se vanaglorian de los delitos cometidos, y tratan de justificar lo injustificable hablando de un 'conflicto' que jamás existió. Hubo unos que asesinaban, y otros que eran sus víctimas. Nada más. Aún quedan más de 300 crímenes por esclarecer, y los verdugos y sus herederos ideológicos utilizan todos los recursos a su alcance para impedir que se aclare la autoría de los mismos.
Vivimos el mundo al revés. El olvido para las víctimas, mientras asistimos, entre la incredulidad y la cólera, a homenajes a los asesinos: 466 actos de enaltecimiento del terrorismo en el año 2023, según ha denunciado Covite. Los herederos ideológicos de los 'héroes' del tiro en la nuca y el coche bomba, pretenden ahora reescribir la historia, blanquear sus crímenes, hacer que el horror que provocaron se diluya en el tiempo, para acabar afirmando que nunca sucedió. «El País Vasco se parece más a los valores que representa Bildu», ha dicho Arnaldo Otegui, condenado en su día por pertenencia a ETA, y líder de un partido, Bildu, que podría llegar a ganar las próximas elecciones regionales. ¿Qué valores? ¿Los de 850 asesinados entre los que se encuentran los tres de La Albericia, y otros ocho más vinculados a Cantabria?
A favor de los vientos de amnistía al 'procés' catalán, los herederos y simpatizantes de los terroristas quieren dar un paso más. Intuyen ahora la posibilidad de conseguir la libertad para todos los presos de ETA, y el pasado 13 de enero miles de personas se manifestaron en Bilbao con ese objetivo.
Por todo esto, por las víctimas, por sus familias, porque no se puede blanquear a los asesinos, porque ni siquiera han pedido perdón, porque no se puede falsear la historia, y para que nunca vuelva a repetirse, ni podemos, ni queremos, ni debemos olvidar.
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