Y ahora los burros

Por parte de la pedanía y del vecindario el rechazo a esa ubicación es evidente, aunque no a los posibles beneficios económicos y hasta terapéuticos que puede ofrecer la hipoterapia. También estas instalaciones debieran situarse en espacios protegidos de las inclemencias meteorológicas. Sobre todo sentido común. Nada tenemos contra el burro, que ha sido soporte económico del mundo rural, un cuadrúpedo, un tanto testarudo, insustituible como animal de carga, acarreo y de locomoción, y hasta simpático. Recuerdo en mi infancia coruñesa como las lecheras venían a la ciudad con sus cántaros en los borricos. Aquí ocurriría lo mismo. ¿Y Platero? Cómo no recordar con cariño en una de nuestras primeras lecturas a aquel borriquillo «de ojos duros como escarabajos, peludo y blando, que parecía de algodón», al que hizo famoso Juan Ramón, nada menos que un Nobel. ¿Acaso Rucio, el asno de Sancho, no quedó también inmortalizado por Cervantes? Hasta el célebre asno del teólogo Buridán promovió la disputa filosófica. ¿Volarán los burros? ¡Hasta las vacas, quizás! Oído y visto lo del Congreso, mejor no hablar de política.