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Desde 2010, el índice de Competitividad Regional de la Unión Europea (RCI, en sigla), publicado por la correspondiente dirección general dentro de la Comisión de Bruselas, viene tratando de medir los principales factores de competitividad de las regiones. Toma bastantes indicadores para combinarlos y extraer ... un perfil de cada territorio. Esencialmente, el RCI se compone de tres subíndices: Básico (instituciones, macroeconomía, infraestructura, salud y educación básica), Eficiencia (educación superior y aprendizaje a lo largo de la vida, tamaño y funcionamiento del mercado de trabajo) e Innovación (preparación tecnológica, sofisticación de los negocios, e innovación propiamente dicha).
Acaba de publicarse el RCI 2022, que integra nueva metodología y ayuda a reinterpretar pasadas ediciones. La idea general es que todas las regiones españolas, al dejar atrás la gran recesión financiera y normalizar un nuevo ciclo de crecimiento, han avanzado en competitividad, unas más y otras menos, respecto del estudio de 2016.
La posición general de Cantabria en la lista de regiones ha variado poco. Entonces figuraba en el puesto 132 y ahora en el 133, ex aequo con Valencia y Portugal Norte. Sigue definida como una región «en transición», por debajo de las de desarrollo medio o alto, y por encima de las de desarrollo manifiestamente mejorable. El territorio líder es Utrecht, en Países Bajos, con un RCI de 150,9 (para una media UE=100) y la colista es la región sudeste de Rumanía, con solamente un 44,9.
En el subíndice básico, Cantabria está en la posición 116; en el de eficiencia, en la 153; y en innovación, nuestra región consta en el 119. En todo ello nuestros diversos indicadores quedan en general bajo las medias europeas correspondientes. Como se puede observar, es la eficiencia el factor que más tira de Cantabria hacia abajo. Es decir, la correlación entre formación y oportunidades profesionales.
Desde 2016, el indicador general cántabro RCI ha pasado de 88,5 (siendo 100 la media europea) a 92. Este crecimiento de 3,5 puntos hemos de cotejarlo con lo sucedido en nuestro entorno territorial. Así, Asturias ha crecido 4,8 puntos para situarse en un 90,1. A su vez, Castilla y León avanza 3,3 puntos para anotarse un global de 85,4. Por último, el País Vasco adelanta 2,7 puntos y se sitúa en un 107,6. Esto refleja una evolución relativamente similar en nuestra área de interacción económica más estrecha, pero en todo caso los vascos siguen por encima de la media europea y los demás aún miramos hacia ese umbral, cuando se cumplirán pronto 40 años de nuestro ingreso en la comunidad europea.
La Dirección General de Política Regional y Urbana (Regio) ha calculado también la evolución de las competitividades nacionales. España ha pasado desde 2016 hasta ahora de un 87,8 a un 92,5, progreso de 4,7 puntos, similar al asturiano y superior al cántabro, que en este sentido sigue algo por debajo del indicador nacional de competitividad.
Esto en general concuerda con otros indicadores disponibles, todos los cuales apuntan a que Cantabria no da con la tecla para ponerse por encima de la media española y con ello aproximarse un poco más rápido a la media europea.
El subíndice de eficiencia señala que el tamaño y funcionamiento del mercado laboral de Cantabria no es el correcto, y que su conexión con las capacidades formativas, sean superiores o de otro tipo, y sean en la juventud o en el reciclaje de adultos, necesita reformas de cierto calado.
Es inevitable enlazar esto con los factores que integran el subíndice de innovación. Aunque en la preparación tecnológica no salimos mal (puesto 44), en los otros dos elementos, que son la sofisticación de las empresas (es decir, su diversidad y complejidad) y la innovación propiamente dicha, la situación es menos buena. Estamos en las posiciones 182 y 132, respectivamente. O sea, que existe un potencial que claramente no se está aprovechando. Querría añadir, para ir terminando, que el peor componente del subíndice básico es la evolución macroeconómica, es decir, nuestra trayectoria de crecimiento. Sin duda todo ello está relacionado: estrategia de crecimiento, formación, mercado laboral, aprovechamiento innovador, estímulo al nuevo emprendimiento.
¿Nos conformaremos con quedar en la mitad inferior de la clasificación de regiones competitivas de la UE? Una comunidad con la tradición industrial, comercial y educativo-cultural de Cantabria daría una imagen muy pobre, nihilista y hasta reumática, si así lo hiciera. El valor de estas comparaciones europeas es que se aplica a todos un método igual y coherente, por lo que se puede y debe aprender de lo que otros están haciendo mejor. Empezando por una pregunta sencilla: ¿cuántos han estado en Utrecht?
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