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Al despertarse, mi gato Boris preguntó por su recompensa de sardinas como colaborador de análisis electorales.
–Ha habido muy buena captura de bocarte en Santoña, ¿no te vale?
–A falta de sardinas… No me gustan de lata, recordó.
–¿Te animas a seguir ... comentando?
–Primero el pescado, luego el recado, respondió muy serio.
Relamiéndose del último bocado, se ofreció a cumplir.
–¿Qué tenemos hoy?, se desperezaba.
–Varios bocartes informativos. Mira este: según la Autoridad Independiente de Responsabilidad Fiscal, Cantabria y Asturias están a la cola de crecimiento económico de España.
–No es noticia, sentenció.
–¿Cómo que no? Viene en todos los medios, repliqué.
–No es noticia lo que ya es costumbre, se atusaba el pelaje con la lengua.
–A ver, te lo pongo más fácil. Según obra en Icane, el nivel productivo de Cantabria al terminar 2022 aún no había recuperado el de finales de 2018, cuatro años antes. En cambio, en España ya es mayor. Aún estamos 0,9 por debajo, mientras el país anda 0,6 por encima. Es una diferencia notable, le pinché.
–Me das la razón, emborronador. No es noticia, es reiteración.
–Pues esto otro: nuestro principal índice económico ha subido en ocho años como 9 puntos, pero el español ha subido unos 13. ¿No te sugiere nada?
–No te mates cogiendo años de referencia. Todo es parecido. Esto se va quedando atrás a menos que saquemos más bocartes y sardinas, ya sabes… –empezó a filosofar Boris –, aunque los humanos y los gatos tenemos visiones distintas sobre eso de 'ir a la cola': para vosotros la cola es algo negativo, para mí es como una quinta extremidad, muy útil. Estoy reconciliado con la cola.
–No imagino cómo puede ser bueno para Cantabria ir en cola del movimiento económico. No llego a esas sutilezas felinas, le espeté con un gesto.
Cuando pone ojos de gato de Extremo Oriente es que se ha ofendido con algún comentario. Se sentó dándome la espalda con toda la intención. Tenía que traerle de nuevo al análisis.
–No he querido discriminarte como mamífero doméstico. Reconozco tu derecho a llevar dignamente tu cola y a enroscártela sobre ambas manos.
–No finjas –replicó con cierta acidez–, sé perfectamente que estás pensando expresiones como 'furgón de cola', 'acabar en la cola', 'hacer cola', 'cola del pelotón', 'a la cola de las autonomías', 'esto traerá cola' y desdenes así. Todo negativo, incorrecto. Vosotros también teníais cola hace mucho tiempo y ahora solo os queda esa ridícula rabadilla.
–Cierto, Boris. Pero puede ocurrir que tu cola sea magnífica para ti y la nuestra muy estorbosa para nosotros, ¿entiendes?
Ahora se había acercado de frente con paso suave pero, de súbito, dio media vuelta y me pasó insolente su cola por la nariz.
–Cola y adiós, dijo alejándose.
–Parece un pronóstico electoral, gato, le advertí, mientras conjeturaba: ¿cómo decidirán los cántabros decir adiós a tanta cola?
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