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Durante la mayor parte de mi infancia y adolescencia, fui socio del Racing y, por tanto, testigo desde casi todos los puntos del campo, a lo largo de diez años, de aquellos barrizales y 'catenaccios' ('cadenazo' o 'cerrojo' en italiano) que montaba (principalmente) Maguregui para ... salvar puntos. Eran los viejos Campos de Sport, hoy ampliación del Parque de Mesones. Desde los balcones de Feygón, la gente con ojo de halcón podía ver el partido sin pagar. Aún conocí la grada desamparada y descubierta de 'general', frente a la tribuna donde una persona que luego fue famoso político se hacía ya notable por, ejem, increpar enérgicamente al colegiado. Los bajos olían a Edad Media, cientos de individuos optaban por orinar contra una pared exterior y en las gradas todo era denso humo de puros, sobre todo si el equipo local iba ganando. Entre aquellos miles de ciudadanos, apenas habría una decena de mujeres (recuerdo a una que siempre llevaba la bufanda blanquiazul del Rayo Cantabria). Como bien resumió en su libro Baldomero Madrazo: pasión inexplicable.
Cuando paso por Mesones hoy, no percibo que la solución haya sido buena. Sí, se ganó una zona verde, pero de poco atractivo y muchas veces ocupada por circos, teatros y otros espectáculos, por lo que no se puede pasear. En los días lluviosos, es mejor no meter el remo en su latente lodazal. Maguregui nos vigila desde el banquillo celestial. El estanque que da a la glorieta de la penicilina es un guadiana de actividad. Algunas esculturas quieren salvan el lugar, pero el problema de diseño persiste.
Tampoco creo que el nuevo estadio tenga ya una gran prestación donde/como está. La ciudad ha crecido, sus espacios se han desplazado, y con ellos las necesidades. Habría que ir estudiando una intervención en toda la Vaguada para dar más prestancia al estadio y desarrollar otros equipamientos acordes a la ciudad que se quiere. Por imaginarlo, no se rompe ningún jarrón Ming. Total, seis años lleva la Residencia cerrada; La Remonta, quince prometida; y hasta un espigón mal puesto, cinco. No hay peligro de que pase nada en veinte años.
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