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La principal diferencia entre el pasado y el futuro es que el primero es singular y el segundo es plural. Solo ha ocurrido aquello; pero podrá ocurrir algo dentro muchas posibilidades diferentes. Por eso ser profeta es mucho menos arriesgado que ser historiador. Este se ... ve sometido al juicio de las pruebas en la aproximación a lo sucedido único. Su solo pluralismo es acerca de cómo leer tales pruebas. (No es poco, ciertamente, pero no es un pluralismo de la realidad misma, sino de nuestro imperfecto conocimiento. No podemos decir que Granada fue conquistada o que no lo fue. Lo fue. En cambio, en 1492 existía la posibilidad de conquistar Granada o de fracasar en la empresa: varios futuros).
La futurología es la teoría de los futuros. La palabra está muy desprestigiada por la charlatanería, pero se trata de la actitud intelectual típica del ser humano (que es «futurición», decía Ortega) y más concretamente de la modernidad, que ha imaginado muchos futuros magníficos (tecnocráticos, políticos, cosmológicos, ecológicos) y otros terribles (holocausto nuclear, calentamiento global, asteroide 'killer'…).
El valor de la futurología es identificar tendencias estructurales. Ya sabemos que es difícil predecir acontecimientos concretos. Pero Ortega sostuvo que la historia siempre se ha solido predecir con general acierto. Tampoco parece muy pecaminoso mirar un poco más allá y conjeturar qué nos aguarda tras el móvil horizonte. Esto parece incluso más inofensivo si nos limitamos a nuestra pequeña región, esa que hemos elegido pensando que lo pequeño es más manejable y adaptable, y por tanto eficiente. Mira que pensamos cosas…
Un futuro muy claro de Cantabria durante este siglo será la invasión marina. Suponer que el nivel del mar no va a subir de manera potencialmente preocupante a lo largo de este siglo es dormirse en los laureles. En otro tiempo esto hubiera sido un tema menor. Pero con la concentración de población y actividad en la costa y estuarios, va a ser un problemón. Los sistemas dunares serán sumergidos, las pleamares de las rías llegarán más lejos y los desbordamientos fluviales en tiempos lluviosos serán más peligrosos aguas abajo. Yo veo al Tenis en riesgo, pero no pretendo fastidiar haciendo de agorero. Depende de cuánto suba el mar, y esto de la cantidad de hielo ártico y antártico que se funda irreversiblemente. Hay varios escenarios futuros, y como existen especialistas en Cantabria misma, sería injustificable por mi parte ponerme a cuantificar alegremente; o incluso tristemente.
Otro futuro es el uso de miles de viviendas rurales que quedarán desocupadas cuando el acoso de la administración se combine con el paso a mejor vida de las generaciones agrarias. O los herederos venden la propiedad, o la usan para segunda vivienda o alquiler turístico. Y los potenciales compradores no serán, en muchos casos, productores locales, sino personas que a su vez buscan segunda residencia (primera si es cerca de la autovía a Vizcaya) o alquilar (el 'buy to rent'). Los pueblos se irán convirtiendo en seres intermitentes, fantasmales. Nacerán nuevas profesiones de 'mantenimiento de zona rural' (vigilancia, gestión, reparaciones). Habrá que ir con escopeta, claro, como en Canadá. Va a ser una Cantabria de David Crockett en muchos aspectos. Cuando te encuentras ya jabalíes liándola en Sniace…
Otro efecto que se ve imparable es el de la 'península occidental vizcaína'. Un tren con Bilbao (eso sí que es futurología de la buena) reforzará la tendencia actual que ya sin tren alguno se desarrolla. Cantabria oriental es el dormitorio y el finde de media Vizcaya. Esta unidad de lo vivencial va difuminando las intuiciones de geografía política. Quizá trabajar como un vasco y dormir como un cántabro no sea una mala combinación. Inexorablemente se va extendiendo esa influencia a todo y en general de modo positivo, ya que la Cantabria en declive se engancha a uno de los territorios prósperos de España.
Y uno querría creer en la resurrección de Campoo y los Valles a largo plazo, en torno a 2050. El tren con Madrid y la autovía con Burgos revalorizarán ante todo Aguilar, que tiene ambas opciones, pero al tiempo Reinosa. Y ya puestos, es posible que para entonces Cantabria haya hecho algo con Amaya, la capital de los antiguos cántabros.
–Antes llegará la subida del mar a Amaya, que los cántabros modernos– me suelta el gato Boris, acabando de limpiar su raspa de sardina. –Oye, si sube el mar, igual suben las sardinas…
He aquí un vertebrado optimista. Tengo que leer bien la ley, no sea que imponga obligaciones a los dueños de animales reales, pero imaginarios.
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