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Hay personas que están deseando jubilarse; por el contrario, a otras les gustaría seguir trabajando más años de los establecidos. Es comprensible, las circunstancias de cada uno de nosotros y las características de los trabajos pueden ser muy diferentes.
Hay trabajos duros y peligrosos; ... hay condiciones laborales que desgastan a cualquiera. Además, existen organizaciones que explotan a los empleados, y hay ambientes «tóxicos» que maltratan a los individuos. Pero también hay actividades que son gratificantes, y ambientes de trabajo que son armónicos.
Como en casi todo, frente al blanco o al negro hay tonos grises, existen situaciones intermedias. ¿Qué alternativas hay frente al todo o nada?
Escucho en mi entorno: «Si me permitiesen desarrollar una jornada más reducida seguramente no me jubilaría... Claro que si la empresa pretende que trabaje igual que cuando tenía 30 años, si se me exige lo mismo que a los recién llegados, y si algunos de estos dan codazos y no respetan a las canas, entonces me marcho corriendo. Creo que puedo aportar mucho a la empresa; tengo una experiencia que es valiosa».
En definitiva, si se diseñasen unas jornadas laborales y unas actividades específicas pensando en los veteranos, y, además, si a estos mayores se les tratase con el debido respeto y consideración, seguro que muchos permanecerían trabajando.
¿Por qué no se diseñan puestos de trabajo que aprovechen la experiencia de los mayores? Sospecho que existen dos causas:
1. La organización industrial (empresas y administración) responde a una lógica burocrática muy rígida; la flexibilidad y la atención a las personas no suelen estar entre sus puntos fuertes.
2. La lógica del «usar y tirar» provoca deshumanización.
¿Para qué trabajamos? La mayoría trabaja para ganarse la vida. Salvo algunos afortunados que han nacido con patrimonio, los demás estamos obligados a trabajar para hacer frente a los gastos de la vida cotidiana (algunos básicos, bastantes prescindibles y muchos absolutamente superfluos consecuencia de la influencia de la sociedad de consumo).
Pero no todas las sociedades desarrollan la actividad laboral del mismo modo. La cultura de los distintos pueblos y su percepción del mundo (también los recursos naturales a los que tienen acceso) influyen en el trabajo. La sociedad industrial y de consumo ha desarrollado un modelo productivo alienante. Efectivamente, se puede vivir con menos, se puede trabajar y vivir de otro modo.
En ocasiones, con el trabajo podemos expresarnos y comprobar que nuestras capacidades se desarrollan. Con nuestros productos, consecuencia del ingenio, la imaginación, los sueños, las ambiciones y el esfuerzo, somos capaces de crear algo nuevo y transformar la realidad. En ocasiones el producto del trabajo provoca una satisfacción íntima: he logrado mi propósito, he resuelto el problema, he dado con una solución. El ser humano tiene la capacidad de ser creativo, de ir más allá; y podemos producir arte, belleza. Sí, el hombre es un ser de praxis.
La actividad laboral proporciona al individuo un lugar en la estructura social: otorga un rol y un estatus; sirve de tarjeta de presentación, habla de nosotros, facilita que nos ubiquen, que nos reconozcan. También aporta relaciones sociales: tenemos con quién hablar (y de qué hablar), y también con quién pelearnos. Y más: estructura nuestra jornada, organiza nuestro presente y orienta nuestro futuro. Por todo ello, la jubilación constituye un cambio importante; en consecuencia, algunos tienen miedo y otros tienen dificultades para adaptarse.
Hay personas que trabajan porque no saben hacer otra cosa: no han aprendido a disfrutar del tiempo libre; en lugar de gozar del ocio solo saben atender al negocio. A veces el trabajo sirve para tapar la ausencia de vida social o la insatisfacción con las relaciones familiares o de pareja.
En la escuela se emplea mucho tiempo y esfuerzo en prepararnos para trabajar; pero apenas se dedica atención a la educación para el tiempo libre. Si se quiere desarrollar una sociedad del ocio es preciso desarrollar esa formación, y hacen falta infraestructuras y animadores (Analistas diversos, entre otros Lazargue, Racionero y Rifkin, con perspectivas diferentes y desde hace más de un siglo, han subrayado que los avances tecnológicos y el aumento de la productividad permiten la reducción del tiempo de trabajo y abren la posibilidad de ocuparnos de otros asuntos).
Concluyo. El ministro Escrivá propone retrasar la edad de jubilación para hacer frente al gasto en pensiones. Por su parte, la ministra Yolanda Díaz advierte que esa estrategia dificultará la incorporación de los jóvenes al mercado de trabajo. Efectivamente, el panorama es complejo.
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